EL PROFESOR
Para algunos es el director, para otros Jose, para unos pocos amigo, para dos privilegiados su padre, para la inmensa mayoría es el Profesor con mayúsculas y con todos los honores.
Llegó precedido de leyenda y rodeado de misterio. Venía del seminario, había querido ser cura y a última hora cambió de idea, al menos eso decían.
Pero allí estaba, rubio, grande, ojos melosos y un bigote que imprimía carácter. No dejó a nadie indiferente, lo querías o lo temías, sin más opciones. De carácter controvertido, rompía moldes y aquel su aire socarrón hechizaba.
Ante cualquier mala disculpa, o buena, siempre comenzaba su discurso con un….mira hija, y se convirtió en papi.
Sembró el pánico, la ilusión, un grupo de teatro genial y el amor por la literatura. Se casó un buen día con una mujer con suerte, y el resto de los días con los poemas que leía. Sus famosos comentarios de texto rayaban lo irreal para alguna mente inmadura y falta de recursos, pero gracias al cielo puso orden en el caos de la creatividad.
Arregló el viejo palacio de Camposagrado; llenó las paredes de cuadros; las estanterías de cerámica; las mentes de conocimientos; las políticas de clementes intenciones; Mieres de buenos ciudadanos; su entorno de ideas propias; el aire de citas imborrables y el mundo de arte.
Todos hemos tenido a esa persona al lado en alguna ocasión. Una persona que sin apenas sentirlo nos inculca sus valores, hace de su asignatura nuestra obsesión, e incluso hace de su materia una forma de ver la vida.
Este es tu profesor, el tiempo a su lado no tiene desperdicio y cada vez que habla encumbra una idea. Llega un momento que no sabes si situarlo en el plano de lo docente, de lo divino o sencillamente de lo humano.
Todos hemos tenido a esa persona al lado en alguna ocasión. Una persona que sin apenas sentirlo nos inculca sus valores, hace de su asignatura nuestra obsesión, e incluso hace de su materia una forma de ver la vida.
Este es tu profesor, el tiempo a su lado no tiene desperdicio y cada vez que habla encumbra una idea. Llega un momento que no sabes si situarlo en el plano de lo docente, de lo divino o sencillamente de lo humano.
Ahí sigue el profesor trasmitiendo amor a las palabras por todos los poros de su piel y viviendo literatura a raudales.
Los que tenemos el placer de sentirlo como amigo, que amaestra ingenios, os saludamos, exhortándoos encarecidamente a que este año lo escuchéis en el pregón de las fiestas de San Juan.
Tradición astur, honor tribal, disciplina consentida y grandeza de espíritu.
¡Oh capitán, mi capitán!
Palacio de Camposagrado y, ya se sabe, después de Dios... |