LA INUTILIDAD DE MALQUERER


De alguna manera lo que ella imagina acaba desplazando a la realidad al hacer verdaderas las mentiras de su fantasía. Aunque el mundo nos haya ofendido, y a pesar de la  buena música aquella noche, tú y yo, amiga, hemos decidido no aborrecer a nadie porque si quieres ser feliz un día, véngate; si quieres ser feliz siempre, perdona;  y si quieres un consejo no pedido, olvida. Ya sé que las emociones están para sentirlas pero tampoco la decepción que surge del desencanto y la frustración debe de dominarnos. 
Sueño y observo; blasfemo y reniego.

Conozco a una persona  que está enamorada pero no cree en los cuentos de hadas, así que lógicamente, se enamoró de un filósofo. Y volviendo a aquella noche, resultó entretenida porque entre nosotras surgió un trueque intelectual; yo te regalé frases inéditas de mi imaginación  y tú me obsequiaste  con expresiones de tu querido filósofo.


Malquerer  podría significar no ser conscientes de la fuerza que corre por nuestras venas. Pero quien esté libre de ese pecado que tire la primera piedra, y existen ocasiones en la vida de todo individuo en las que malquieres a algún semejante, y no por nada que te deba, sino porque la persona elegida no está a la altura de lo que esperas de ella. Probablemente  la culpa sea tuya por esperar de la gente cosas que la gente no te va a dar, y no deberías de llegar al límite de la paciencia para buscar el momento de reflexionar. Pero recuerda: para la salud del alma solo puedes filosofar.

Echemos un vistazo al mundo que nos rodea: continuamente nos enfrentamos a historias de odio; las vemos, las escuchamos y en el peor de los casos hasta las sentimos en propia piel. Odiar tiene consecuencias negativas de inimaginable magnitud. La admiración o la amistad por alguien provocan emociones tan intensas que al ser dañadas necesitan sustituirse por otras igual de potentes para no desmoronarnos. Es sorprendente descubrir que el circuito del odio produce actividad en dos zonas de la subcorteza cerebral el putamen y la ínsula que curiosamente también se activan cuando se está enamorado, aunque después un sentimiento y el otro, tomen caminos diferentes. 
Dado que ambos tienen un componente irracional, ni el amor ni el desamor están siempre legitimados, pero la amistad sí. Y esta nuestra amistad entiende las realidades y respeta las fantasías, pero como estoy enfadada, tu presencia me reconforta. Estoy enfadada con la imaginación por proporcionarme billete para un mundo diferente, y dejarme al final, a las puertas de palacio blasfemando contra el mundo y renegando contra las entelequias que me perturban, y a la vez me permiten flotar en espacios diferentes a los que en realidad habito. Sueño y observo; blasfemo y reniego, pero tengo la idea de que el resentimiento es un amor mal gestionado, tan inútil para recuperar lo que perdimos como para conseguir lo que no tenemos, y no soy proclive a sentirlo; seguro habré aborrecido a alguna persona pero no el tiempo suficiente como para recordarlo ahora. Entiendo que sería mucho más práctico estar enamorada de la realidad que fantasear; aun así, sigue siendo una necedad malquerer.  

El verano se ha acabado y no ha tenido lugar esa magnánima conversación por la que llevo esperando durante meses de quimera sin fin, pero he oído que la velada de los ególatras ha abierto sus puertas a todos los estamentos sociales, cosa que te honra, aun así, yo, la gitana, tengo que seguir imaginando lo que ocurre detrás de esos inasequibles muros mientras la química de los sentimientos sigue inexorable su camino hacia la perfección que da  el no esperar nada, y sin embargo da vueltas. Quedó corroborado aquella noche que muchas historias están en la mente de quien las imagina o en la pluma de quien las escribe, así que cuando pases por el inevitable trance de malquerer a alguien que te ignominia deberías de hacerlo en compañía de un corazón amigo. Transitar por todos estos sentimientos juntas; reír, escuchar buena música y darle un repaso a la malcreída, alta sociedad, es siempre divertido contigo. Respirar complicidad y saborear una charla fácil, hasta bien entrada la madrugada, es permitirnos el lujo de sentir a borbotones y de cultivar nuestras inquietudes. Pasar una velada con  una amiga en estas condiciones, supone disfrutar del privilegio de seguir siendo las personas que un día fuimos.

Si amar y odiar son sensaciones tan próximas; si el odio solo engendra más odio; si el amor puede generar frustración, y si realmente todos y cada uno de nosotros somos un milagro, entonces, que cada lágrima derramada se convierta en un gesto de reconciliación contigo mismo para que puedas amar sin esperar nada a cambio, entender la inutilidad del malquerer, y llorar,… también de felicidad.
 
Cada uno de nosotros debería de tener un  creador de sueños. Old dream maker.