EL SEXTO SENTIDO

Dicen con buen criterio que quien tiene un amigo tiene una fortuna. Soy Ana de las mil historias y nunca he visto  con tanta claridad como ahora mismo, que  recordar es el sexto sentido; ese sentido que todos tenemos, y que algunos desarrollamos más que otros; pues bien escribir es un vicio  que consolida ese sexto sentido y que te llega a agotar. 
Dicen con buen criterio que quien tiene un amigo tiene una fortuna.
La foto de dos buenos amigos Mateo Buylla y Miguel Teijelo.
¡ Guapos mis chicos!
Al llegar la salón abrí las cortinas, encendí la chimenea y me dispuse  a escribir sentada en mi sillón favorito y mirando por la ventana como anochecía. En la ciudad, las luces de las casas se van encendiendo, es como si las ventanas se hicieran guiños unas a otras para compadrear en esa hora tan bruja, que a mí siempre me pareció la hora de encender las luces en las casas. Este es el momento en que revivo lo vivido ayer y lo plasmo en el papel. Todo encaja. Todo tiene sentido y por eso puedo decir con certeza, que te echo de menos.

Nací dotada de paciencia, pero de una paciencia selectiva que me hace cuestionarme, a menudo, por qué espero tanto de algunas situaciones, sabiendo como sé, que la alegría y la tristeza viajan en el mismo tren. Y recurro a las emociones para embellecer mi vida, entonces le hablo a la tierra, al cielo y a los colores del atardecer, a los hombres y mujeres de mis antepasados, a los que ya no están, y  a ti que no escuchas nada de lo que te digo, ni entiendes nada de lo que escribo. Pero como el tiempo, tampoco, me enseña a olvidar,  me pregunto si alguna vez te enterarás de lo que tuve que sufrir para contarle a una hoja en blanco mi verdad. Empiezo a escribir y todo se coloca en su sitio, pero regresa la inquietud que a veces me acompaña cuando no hablas, y las palabras se envuelven en esa extraña urgencia que es la vida, y  me arañan la conciencia mientras dudo entre lo que quiero y lo que puedo decir. Cuando eso sucede, lo que digo no vale nada y esta disfrazado de lo que puedo decir. El caso es que sigo necesitando expresarme pque, a estas alturas, tengo claro que el olvido es una forma tan triste de barbarie como el silencio.

Este día que empezó, como casi todos, con el ladrido de los perros de algún viandante al lado de la casa, está llegando a su fin, y cuando miro el portón de hierro del lugar donde habito, desde dentro, su aspecto me hace pensar en un mundo maravilloso en el que estoy presente; en cambio cuando lo miro desde fuera me parece que ese mundo de maravillas no es para mí. Lo mismo ocurre contigo. Cuando te miro desde dentro eres de mis sueños; pero cuando te miro desde fuera no tienes nada que ver conmigo. Pero aun sabiéndolo, a menudo, me quedo mirando el portón cerrado, como si de esta contemplación esperase obtener soluciones. Sugiere esto la dualidad en que, con periódica frecuencia, me debato: por un lado la sensibilidad de mi imaginación que genera situaciones sorprendentes; y por otro lado, la solución racional que puede aportar la realidad y que genera soledades.

Dicen con buen criterio que quien tiene un amigo tiene una fortuna. Me arreglo contenta. Salgo a la calle y me congelo pero sigue dando igual; un corto viaje en volandas de la fantasía; un café con confidencias, que poco cambian pero, que son nuestras; aplaudir a uno amigos entre risas y música. Ya de vuelta, cenita tranquila en el mismo lugar de siempre, Oviedo para la eternidad ¿Y al final en qué queda? Maravillosa tarde de chicas. Pque las tardes de chicas no tienen edad. Complicidad e idealismos propios son sus rasgos característicos y cualquier enfrentamiento con la realidad inmediata  ponen en danza  el compañerismo y el afecto.

Sigo pensando que una amiga es ante todo, una sensación que te coge las entrañas y que te ayuda a conservar ese sexto sentido.

El olvido es una forma de barbarie tan triste como el silencio.



                                                                                                                                     Ana García de Loza