IRREDENTOS

 

Pensé dejar de amarte de una vez
Fue algo tan difícil para mí
Si alguna vez, mi amor, piensas en mí
Ten presente al recordar, que nunca te olvidé.

Siempre he creído que ser yo misma me abriría las puertas de un mundo más natural y cercano y que con esta actitud tendría a mí alrededor a la gente que quisiera tener cerca. Pero con el tiempo entendí que eso no es cierto y no hay nadie en la tierra que conozca mi yo más profundo; incluso yo misma desconozco parte de ese entramado que se teje y desteje configurando mi persona.

Me interesa la gente que está loca por vivir,
loca por por ayudar, loca por cantar, 
loca por amar.

Así las cosas  y ante mis ojos se muestra como funcionar a base de sentimientos y emociones ha caído en desuso  y si quieres mantener relación con ciertas personas has que sentir menos y pensar más.

Pensar en ¿Cómo le parecerá esto?; ¿aquello le molestará?; ¿hablaré a demanda?; cómo me traten así los trataré. Y, queridos amigos, todos estos parámetros de comunicación, aparte de parecerme desoladores, me alejan de mi proceder natural con lo cual vuelvo a recordar que no hay ni una persona bajo las estrellas que conozca todo de mí; y eso sí que me asusta porque unos conocen unas cosas otros conocen otras pero nadie, absolutamente nadie, conoce la totalidad, insisto,…ni yo misma.

Y es entonces cuando me pregunto qué pasa con las relaciones entre los humanos.

A la sazón, sigamos  sincerándonos, algunos creemos en el matrimonio como institución organizadora y reguladora de una sociedad, permítanme decir que eminentemente masculina; un sacramento cuna de amor, ternura y buenos valores, en el mejor de los casos, pero también una institución desfasada emocionalmente porque ustedes me van a contar quién en su sano juicio jura, ante Dios y ante los hombres, que amará a la persona que tiene a su lado durante toda la eternidad. Lo del respeto lo acepto.

Y casos habrá. Sin ir más lejos, recuerdo que mi madre en el lecho de muerte de su marido farfulló:- ¡Cuánto quise yo a este hombre!- Y esta frase tan sobria, dicha por una mujer sencilla y en aquel escenario  tan especial donde la muerte merodeaba, redoblaba su valor. Pero de esto ya hablaremos otro día.

Repito amigos, casos habrá, pero a día de hoy ese amor entregado, abnegado y total  ya no está de moda; es más, me atrevería a decir que va en contra de los principios con los que educamos a nuestros jóvenes; porque les inculcamos, en mi opinión con acierto, la idea de que tienen que ser independientes física, emocional y económicamente; les infundimos respeto en sí mismos, en sus opiniones y en sus propios criterios. Les enseñamos a decir que no y a no hacer aquello que no quieran, entonces señores míos, la incongruencia está servida dado que  ninguno de estos principios modernos encaja con la idea que mi señora madre y mis tías tenían del matrimonio para toda la vida.

Un siglo después de la conquista del Polo Norte, los humanos siguen casándose confiados en el amor eterno para que al paso de no mucho tiempo, o si, acabar buscando la chispa de la vida fuera de los límites que el matrimonio impone, pero nunca lejos de lo que su intelecto necesita. Así que ¡viva la imaginación!

Al margen de estos desbarajustes mentales, ayer le comentaba a una amiga que, a estas alturas deberíamos de hacernos responsables de nuestra propia felicidad y no cargar con ese pesado fardo al que no nos quiere, ni al que nos quiere, ni al que nos ayuda ni, por supuesto, al que nos ignora.

Y, como me gusta pensar, pienso que hay ciertos temas íntimos e intransferibles como la sexualidad propia, los sentimientos profundos o los sentimientos indebidos, en los que las personas mienten al mundo en general y lo que es peor, se mienten a sí mismas; pero lo que resulta tremendo es que no seamos capaces de reflexionar el por qué ni el para qué de las emociones más inconfesables; por eso declaro, aquí y ahora, que llegar a todas esas verdades, que a lo largo de la vida han hecho una muesca en el fondo de mi corazón, resulta un desafío permanente y un auténtico regalo.

Aunque sea un proceso doloroso sacar la verdad del oscuro rincón que habita en tu interior y alumbrarla con la luz de la normalidad, es un bálsamo para el espíritu.

A fuerza de ser sinceros y, también producto de una casualidad en la que no creo, encontré  algunas malaventuras en el acervo de mis realidades pasadas, algunas son dolorosas de asumir, otras traumáticas y otras sencillamente casuísticas porque las situaciones deliciosas y sutiles parece que no imprimen carácter.

Y esas malas experiencias que se ocultaban danzando, cual silenciosos y corruptos  fantasmas en este alma desgajada e imprevisible, una vez fuera de mí, y liberadas del miedo que las hizo ser y crecer, enriquecen y hacen más auténtico mi caminar por el mundo y queda claro que serás libre cuando decidas ser tú mismo, descaradamente tú, tal cual eres, sin máscaras; tú en cada pulsación; tú en cada respiro.

Con la vehemencia que se dicen las cosas que son absolutamente ciertas, me atrevo a sugerirles que  no se cansen de pensar bien, no se cansen de ser generosos, de ayudar al que les necesite. No se cansen de querer sin condiciones ni de repartir sonrisas por doquier, porque yo, como Javier Marías, pude callar y callar hasta olvidar y de repente uno cuenta secretos, y contar se convierte en  el mayor lazo de unión  entre dos amigos y la mayor de las lealtades de la existencia.

                                                           Ana García de Loza

Eres lo que piensas.