SANTO SANTIAGO

Harta de sutilezas estos días han servido como revulsivo para despertar la motivación intrínseca de vivir. No perdiendo la perspectiva de las cosas trascendentes, deberíamos dejar de preocuparnos por lo que siendo urgente, no es importante.
Esta es la imagen de la camaradería, la lealtad
y la responsable de que los kilómetros se llenen
de risas. Foto de MAFALDA SANTOS

Si en principio el Camino arañaba, al final acabó abrazándome con cierta dulzura, y este año, agobios aparte, ha mostrado realidades paralelas, como la de que no todo es lo que aparenta; además me brindó una nueva compañera. Dulce, inteligente, culta, buena conversadora, y quizás algo ingenua, detalle que se me figura adorable como base de una personalidad tan sólida.
Así que tantos kilómetros de fatiga y  responsabilidades nos han unido. Pero quien iba a decir que serías protagonista de una novelesca conversación y yo aprovecharía el chispazo de  mi exacerbada imaginación para rendir culto a una idea. A las personas les gusta tomar partido, y ella tomó partido por la normalidad.

A fuerza de intentarlo, me aburres, y a veces olvido que llevamos una  buena existencia, cada vez más agradable y prolifera; pero al fin y al cabo una existencia de la que nadie sale vivo. Si conseguimos disfrutar de algunos momentos, estaremos aprovechando el paso por la tierra, y diréis conmigo que no se es rico en dinero, si no en tiempo, en ilusiones y en relaciones humanas.
Si  además conoces, o has conocido, a alguien que te quiere porque sí, sin ningún tipo de provecho; si te ayuda por nada y para nada y además cuida de tu amistad no pudiendo evitar ponerte buena cara, sólo porque te adora; entonces, habrás sentido que merece la pena vivir.

El prosaico rasero del día a día va igualándolo todo, pero no quiero olvidar que somos seres fantásticos, que llegamos a las luna, hacemos versos, nos tenemos hondo respeto, y en algún lugar, como el Camino de Santiago, rodeados de esa atmósfera de majestuosidad que envuelve todo lo grande, siento tu persona. No quiero olvidar la noche, cuando solo escuchaba el sonido del aire, extendiéndose de eco en eco por entre los arboles que rodeaban el albergue, porque incluso en esos momentos mi mente dormida y mi impresionable imaginación, merodeaban alrededor de tu persona.

Aquello que une fácilmente a los hombres de todas las culturas, te coloca en mi órbita, y nunca sabré claramente el motivo. Por eso, aunque existen muchas  cosas ante las que arrodillarse en Galicia, este año, me postro ante la camaradería; la lealtad entre  las mujeres que hace que el mundo cobre sentido solidario, que los kilómetros se inunden de risas, y que los esfuerzos merezcan la pena.

En definitiva, este año en Galicia me arrodillo ante tu amistad, Mafalda.

Esta es la atmósfera de majestuosidad que envuelve todo lo grande.