SIEMPRE LA MÚSICA

 

Sabemos lo poco que importan las nimiedades cuando observamos el universo que se expande. Pero como si de una supernova se tratase, el pasado sábado, el escenario del Fantasio se llenó de luz. El reflejo de los mil colores de la música invadió el espíritu de un público entusiasta y hechizado con las actuaciones comandadas por Juan Coloma y Justo García.

Empezamos escuchando Gipsy Jazz, sobre fondo azul, de la mano del grupo Hot Club de Asturias; este Jazz Manouche nació en Francia y tiene como característica fundamental la improvisación,  es más, nos atrevemos a decir que sus precursores fueron el guitarrista Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli, que unidos a los músicos de jazz de Estados  Unidos, crearon el milagro. Así que, allí estaba de nuevo, en nuestras entretelas, aquella sensación de verano: dos neoyorquinos, Claudio Vásquez al violín y Ethan Winogrand a la batería; un italiano al contrabajo, Andrea Baruffali, y un asturiano a la guitarra de jazz, Juan Sandaman, y empezaron con Green Dolphin Street para continuar con Minor Swing, Nuages de Django y Bésame mucho. Un repertorio exquisito.

En aquel momento todos y cada uno de nosotros éramos lo que sentíamos, porque nada mataba las pulsiones del arte que seguían enredándose en las cuerdas del contrabajo, después dar tono a la voz de Juan Coloma: primero, Love;  seguida de The shadow of your smile; después  una estupenda interpretación de La vie en rose, escrita por la dama de negro, para finalizar con el ya clásico en su repertorio, Fly me to the moon.

Insisto en que lo allí vivido fue un lujazo porque en un mundo donde todo resulta efímero,  donde el contacto personal flaquea, donde los valores clásicos se están desmembrando, escuchar a Ánima Voices y a su vocalista Ángela Lanza, nos incitan a seguir creyendo en el género humano.

Por todo lo acontecido en los últimos tiempos, decir que Juan Coloma enriquece el entorno musical y cultural de quienes lo rodean es una obviedad que no admite réplica. Asegurar que la voz de este hombre inspira, y engrandece el momento, no es una invención baladí; amén de que sus interpretaciones nos recuerdan que comunicarse significa ser vulnerable (aun siendo correcto). Aguantar esos silencios encima del escenario muestra las tablas del artista y la enjundia de su persona.

Queridos lectores, se respira algo especial en estos conciertos y existe algo eterno en Navia; algo que nos empuja a creer en lo grandioso de la suprema sencillez, en los sentimientos puros y en la música. La mejor forma de compartir y de luchar, en estos tiempos convulsos, es del lado de la música. 

Siempre la música.

 

La música y los que la trasmiten consiguen  engrandecer el mundo. 


        Ana García de Loza.