PADRENUESTRO

 

Sentada encima de la mesa con los pies en el banco de la cocina, los codos apoyados sobre las piernas y las manos sujetando la cara, observo a Fina. En este cuadro tan familiar para los que me conocen, y dentro de mi cabeza, se hilvana el siguiente movimiento del peón  en  una partida de ajedrez que en estos tiempos juego con la vida; con la maravillosa y emocionante vida que tenemos los humanos de piel adentro.

Yo, aquí, veo la esencia de una persona.





















–Me encanta  jugar,  me encanta jugar limpio y apostar fuerte, Fina; me encantan las emociones sine tempore, esas que te encogen el estómago siempre con la misma intensidad y que nunca pasan de moda y,  alguna vez, hasta pienso que el objeto de la existencia es mantener viva la llama del desconcierto, la ilusión de la niñez y la locura de la juventud–. Ella me mira con su media sonrisa divertida y sus ojos vivarachos, sin entender nada.

Jugar es uno de los placeres de la vida desde que nacemos hasta que morimos y una de las formas más contundentes de aprender y, por ende, de enfrentarse al mundo.

Dice alguien, conocedor de mis desvelos pasados y presentes, que soy eminentemente caprichosa pero sobre todo, imprevisible, y yo, que sigo sentada en la mesa de la cocina, converso con Fina, la gitana, que hoy ha venido a recoger comida; y le pregunto:

– ¿Cuántos años tienes, Fina?–  la observo con la calma y el sosiego que me produce este soleado sábado de septiembre.

Ella contesta sin mirarme a los ojos pero con la confianza que dan quince años de amistad –No sé, creo que sesenta, pero igual son setenta–Tuvo que haber sido guapa hace no sé cuánto – ¿Quieres aprender a leer?– Entonces sí que me mira y veo claros los surcos blancos de su cara, donde las arrugas no han dejado entrar el sol –Vino una social y empecé, pero nada– Pues va a ser verdad que da igual sesenta que cien.

También he oído decir, y perdonadme que insista en contaros lo que oigo  –Tengo los años que tengo y, dándose bien, me quedan otros diez de calidad y disfrute, así que voy a saborear cada minuto como si fuera el último– No entro en disquisiciones sobre cuál es la edad adecuada para pensar esto pero, tengo claro que, la vida es un juego.

No, la corona y el cetro no son lo que confiere a la reina autoridad sobre sus dominios, son su gramática, su motivación para vivir y su manera de estar. Y si no nos ofendiera cualquiera con sus estupideces y nos tomáramos la existencia como un juego con pocas reglas pero claras, entonces, seríamos felices como dos amantes en verano junto al mar  que luego olvidan sus nombres para siempre.

Si tenéis el privilegio de poder jugar, jugad.

No desperdiciéis el misterio de la existencia porque os permitirá cruzar desiertos y surcar los mares mientras dejáis atrás el sonido de los disparos de los hombres y el acre olor que desprenden los sentimientos marchitos, mientras arden.

Cuando me siento segura y protegida y amistosa, me giro y te sonrío con una de esas sonrisas que cautivan al mundo, porque en esos momentos soy capaz de viajar por lo inmenso y lo maravilloso. Soy capaz  de saltar las barreras hechas, solo, para los pobres de espíritu y, mi impredecible y caprichoso aliento, me permite ver todas las trivialidades diarias como prodigiosos enigmas.

El momento no tardará en perderse en un vasto océano de ideas pues, tal parece que, en mi yo cotidiano encajan una fascinante confederación de milagros; y mis ocurrencias mentales nunca resultarán locuras carentes de magia.

Insisto, esos momentos son impagables porque una multitud de pensamientos geniales e inconexos recorren veloces mi cabeza para articularse cual serpiente multicolor en el instante siguiente. Y es entonces cuando sé que estoy viva y que juego, y que vibro y que sueño y que respiro, al ritmo que marca un universo paralelo en el que tú no vivirás, si no te arriesgas a jugar.

­Es ese momento, en el que Fina se aleja rezando, cuando vuelvo a caer en la cuenta de que si un escritor se enamora de ti,... vivirás eternamente.

Padrenuestro, que estas en el cielo,

Amaro Dad, savo san ade bolipe,

Teyavel arasno tiro lov,

Teyavel tiro rayan. 

Es una música especial oírle relatar el padrenuestro y doy gracias al Dios de los corintios por permitirme jugar.

                                                                ANA GARCÍA DE LOZA

Y aquí, veo la esencia pura y dura del atletismo.
Mirad bien, no os quedéis en la superficie