Sentada en la puerta
de la casa y mirando el jardín, como casi siempre, anhelaba un verano
climatológico que no acababa de llegar y sentía emociones, a su alrededor,
propias de los días largos, los pajaritos alborotados en la palmera y otro
curso más que se acaba. Dice, sin temor a equivocarse, que el enamoramiento
presume de obsolescencia programada; le ocurre como a la bombilla
incandescente.
Insisto:Soñar es mejor que no hacerlo |
A veces, alguna idea persistía
en acosarla, pero
el día empezaba como casi siempre, con el crujido de las piedras bajo
los pies de algún viandante. La habían acusado de sensiblera demasiadas veces
pero aquel vacío, que ella contemplaba sin inmutarse, acababa teniendo carácter
de horror mágico. Parecía feliz en su matrimonio, pero debía de dar
explicaciones estúpidas.
Su percepción de la vida era el
resultado de un sinfín de colisiones emocionales; y siempre le había atraído,
irresistiblemente, el amor; de esta manera quería querer, irresistiblemente.
Ella era una figura escuálida, humilde y altiva, dueña únicamente de parte de
su tiempo, pero ama absoluta de su imaginación. Aun así, pretendía expresar lo
inexpresable, amén de saborear lo que ya no estaba a su alcance: el
enamoramiento.
Además, su amor, nunca fue tierno; pero
eso daba igual, porque desde hacía unos meses, ella recibía cartas de un
desconocido. Cartas llenas de ternura que le habían devuelto la fe en el mundo
y que amortiguaban, en gran medida, los descalabros de la rutina.
Otras veces miraba fijamente el portón de hierro del
lugar donde vivía, como si de esta contemplación esperase obtener soluciones. Cuando
miraba desde fuera del portón, su
aspecto le hacía recordar un mundo de maravillas del que no participaba; en
cambio cuando miraba desde dentro, le parecía que ese mundo de maravillas no
estaba allí; allí estaba, en cierta medida, sólo ella con sus fantasías.
Las soluciones no llegaban pero lo seguro, es que le llegaban cartas repletas de pasión.- Soñar es mejor que no hacerlo.-Pensaba la mujer mientras imaginaba como sería aquel hombre que le escribía. Cómo sería su amor secreto; el que la entiende; el que la atiende; el que la ama.-Seguro que tiene algún rasgo turco. Seguro.
Las soluciones no llegaban pero lo seguro, es que le llegaban cartas repletas de pasión.- Soñar es mejor que no hacerlo.-Pensaba la mujer mientras imaginaba como sería aquel hombre que le escribía. Cómo sería su amor secreto; el que la entiende; el que la atiende; el que la ama.-Seguro que tiene algún rasgo turco. Seguro.
Y cada día, su esposo, mientras la mira de reojo, sabe que ella es feliz porque, él, es quien le escribe versos; él, es su amor epistolar. Y ella, que no sabe nada, lo mira y luego se calla. Pero, él, sabe que los ojos siempre besan primero, luego besan las palabras, luego besa la compañía. Aunque, a su mujer, lo que realmente la besa, es imaginar.
También por historias como estas la vida merece la
pena.
PD: Acabo de conocer a Demetrio Falero; un placer
inusitado. Y también quiero comentaros, queridos lectores, que este texto está
inspirado en mi participación en un libro- joya titulado Con-Sentidos con
producción de Ediciones Decero Creativo y en colaboración con Asociación
Alternativas, y del cual sólo se han hecho cuarenta ejemplares. En este
libro se combina el alma gráfica con la literatura, dando como resultado un auténtico
placer para los sentidos que no tiene, contrariamente al enamoramiento,
obsolescencia programada.
También por historias como estas la vida merece la pena. Ana Garcìa de Loza. |