BENDITA MOTIVACIÓN


En contra de lo que decía Václav Havel, un escritor checo, estoy entrando en el círculo de las personas que además de inquietarse por el sentido de la vida, hablan a menudo de ello. La motivación, esa flor impresionable e impresionante que nos trae de cabeza.
Tomaremos la decisión que nos pida el corazón,
siempre y cuando, nos quepa en la cabeza.
La foto es reciente: librería Acqua Alta

Sonrisas bajo las luces mortecinas y dudas en el aire de mi respiración. Tabaco en un rincón. Los oigo hablar mientras  tomo sorbo a sorbo mi café. Siento sin pensar; y pregunto sin saber: por qué llegamos a este mundo y para qué. Entonces la pregunta vuela de boca en boca y todos hablan de su razón.  


Y yo la busco en mi memoria y quiero recordarla tal como era: quiero sentir aquella motivación de ojos que brillan, horas que pasan volando y conversaciones trascendentales; sin embargo no puedo concretar quien es el culpable de que esa razón se haya trasformado; y tampoco sé si será culpa del tiempo o de todo lo que aprendemos. A veces nos sentimos insatisfechos con nuestra vida, en una suerte de locura que nos lleva a pensar que la felicidad cotidiana está sobrevalorada, y es que a la hora de la verdad no somos tan diferentes unos de otros, y al final, ante la duda, tomaremos la decisión que nos pida el corazón, siempre y cuando, nos quepa en la cabeza. Ninguna otra decisión nos hará felices.

Si he de serte sincera siento admiración por las personas que consiguen mantener su motivación día tras día, y año tras año. Son auténticos supervivientes que se adaptan al paso del tiempo con buen talante, y conservan el hambre de cosas nuevas y las ganas de soñar. Alguna de esas personas me recomendaron que leyera un poema cada día y que reflexionara sobre lo leído; que viajara y conociera el mundo, y cada vez que llegara a un lugar desconocido averiguara su historia y cómo se había trasformado en lo que era; también me lo dice Camus: el modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, como se ama y como se muere.

Esas personas abanderadas de una vida satisfactoria, me exhortaron a aprender, in perpetuum, toda clase de cosas, como jugar al polo, cambiar la rueda de un coche y secarme apropiadamente el pelo con un secador; porque creían que todos estos aprendizajes, sin ser demasiado importantes, me proporcionarían motivación a la hora de vivir. Resulta curioso este viejo mundo, una vez que te das cuenta, ya has hecho la mitad del camino.

En fin,  si andas tras de tu motivo especial para una vida plena, y estas atormentado por emociones mudas, no olvides que ni la motivación, ni el amor, son entidades estables. Pero tú sí; tú eres la prioridad. No tengas miedo, ni indecisión. Nadie desea lamentarse por una vida no vivida.

Sonríen bajo las luces  y  yo los oigo hablar. Mientras,… tomo sorbo a sorbo mi café.
Ti auguro un felice Anno Nuovo pieno di cose buone. Foto di Venezia




YO SÉ (Laura López)

Yo sé,                                     
De la furia del viento
Tempestad contenida
Dentro, muy dentro.                                     
Yo sé,
De la rabia vencida
Y del llanto vertido
Con desespero.
También sé,
Del dolor desgarrado
Y del llanto de un niño
Desesperado.
De la madre impotente,
Vacía de leche y llanto                                        
La foto de José Fernández.
Mostrando al mundo
Su desencanto. Yo sé,
De la furia del viento
Del poder del más fuerte
Y del miedo que oprime
Tu pecho.
De lo inútil y vano
Que resulta a veces
Cualquier intento,
De injusticia y vergüenza
Por la imagen obscena
De riqueza y poder
Exhibiendo su fuerza
Yo sé,
De la furia del viento,
También sé,
De aquel grito
En silencio,
Que saliendo del alma
Dice que ¡ya basta!
¡Basta de mentiras!
¡Basta de engaños! 
¡Basta de opresión!
¡Basta de violencia!
Seamos hermanos.
Une a mi tu fuerza
Tu amor y tu fe.
Caminemos juntos
Sólo soy un hombre
En busca de paz.
                                           Laura López Pérez.

SUEÑOS VERSUS REALIDAD


A veces la realidad te cambia el paso y te planteas hasta donde es bueno seguir soñando; y lo digo yo, una soñadora de oficio.
Como sobrevivir a la conjura de los necios
Podemos afirmar que todo va bien, y sin embargo vivimos un mes difícil; un mes lleno de cosas que podían haber sido y no fueron. Un mes de no ver, de no tener, y de no conseguir. Entonces me planteo cómo podré sobrevivir a la conjura de los necios, a las largas noches del invierno y a la profunda tristeza de esta oscuridad sin sueños. Sé que todo pasa, pero hay que pasar por ello: por el desencanto, por la soledad de los abatidos, por la tristeza de los solitarios y por este puto invierno que me hace pedir, cada dos por tres, paciencia ¡Algo tengo que aprender!

He oído por ahí que hay dos tipos de verdades, las pequeñas y las grandes. No sé cómo será de grande esta verdad que cultivo desde hace años, pero tened claro que lo contrario de una gran verdad, también es verdad. Por otro lado me estoy dando cuenta de que los hombres pobres están hambrientos, de todo, de lo que sea; y los ricos están orgullosos, también de todo, de lo que tienen y de lo que pueden tener; y en medio de estos dos estratos vivimos los que, como yo, estamos hambrientos de algunas cosas y orgullosos de otras.

Se diría que necesito gran energía para lograr un poco de equilibrio, cosa que por temporadas se repite, así que te has convertido en el armónium de mi vida intelectual y busco, con delicadeza infinita, pormenores en tu devenir que yo no haya apercibido hasta ahora, porque cuando encuentro esos pormenores, contemplo la posibilidad de convertirte en real; y otra vez a vueltas con la paciencia. Aun así, has  hecho de mí, honrando viejas costumbres, una valerosa  gentildama, pura y meticulosa a la cual, Bernini, no tendría nada que objetar.

Por lo tanto llegamos a la conclusión de que carezco de la paciencia suficiente para muchas cosas, y adolezco de la paciencia infinita que se necesita para lograr otras. Pero sueño que algo bueno existe en mi relación fluctuante con esa paciencia, con la luz y contigo; y es que me he convencido de que el orden de los pensamientos íntimos expresados con medida, siempre con medida, debe de ser una terapia, y cada cual debe de decir lo que quiera decir  y soñar con lo quiera soñar.

Estos sueños han sido la piedra angular de mi vida. No sabría renunciar a ellos y jamás  los he agotado; porque no solo me dieron la tranquilidad de espíritu suficiente para pensar a mi gusto, sino que me dispensaron de sobrecargarme con otras ideas que me habrían ahogado; y luego está el tema de las exquisitas cartas, esas que se escriben cuando uno sueña, en un momento tan decisivo como único, y que aportan consuelo y complacencia.

Por favor, por favor, que la realidad nunca nos aniquile los sueños ¡Todos no, por favor!
Porque amigos, ¿qué nos quedará si no soñamos?

PD. El libro que ahora leo de, Marguerite Duras, tiene de especial que tú lo has leído, y nos muestra un mundo artístico y trascendente muy cohesionado. Muchas veces, parezco lo que quiero parecer, incluso sutil; otras  veces no.


Cogitationis poenam nemo patitur.
                 Ana García de Loza.

¡GUÁRDAME EL SECRETO!


Envejecemos como vivimos, y ya va para un mes que hemos regresado, pero cada día me encuentro más atrapada por la esencia de ese país. Puedo respirar y pensar sobre su suelo como si estuviera en mi propia casa y es curioso que, incluso así, cada vez aprendo algo nuevo. En esta ocasión el hallazgo ha sido fortuito, de todo punto, pero no por ello menos curioso: ahora se pueden tomar desayunos privados en el Vaticano por  sesenta euros; y entonces me vuelvo a preguntar si la gente que maneja mucho dinero sabe dónde encontrar felicidad. Es más, puedes hacer visitas privadas al Vaticano. Realizadas fuera del horario comercial, es decir a partir de las siete de la tarde, y sólo con la compañía del guía y dos guardias, uno delante encendiendo las luces de las galerías, y otro detrás apagándolas, podrás disfrutar del placer de pasear por los palacios vaticanos sin que te empujen, te espachurren, ni te agobien, todo ello por el módico precio de cuatro mil euros. Incluso dos mil. Y de la que te vas puedes adquirir un mosaico del lugar, de fabricación propia. ¿Qué os parece?
¡Guárdame los secretos de café!

Pensad lo que queráis, pero la verdad y su defensa a ultranza deberían de ser una guerra incruenta; no nos quedan muchas frivolidades por ganar. Sin  ambages.   

¡Guárdame el secreto! En verano había pasado, como pasan las cosas, y encontré la paz. Porque cuando nos mostramos tal y como somos  algunas relaciones no fructifican y otras, desaparecen. Pero siempre llega alguien que nombra aquello que nos pasa y demuestra entendernos sin intentar resolver el problema. Así sucedió. Te convertiste en entidad humana, querida inspiración. No creo en las personas que piden permiso para soñar; pero no es menos cierto, que sin necesitarte para vivir, me resultas imprescindible para soñar. Tampoco tengo claro el tema de los secretos porque desde que salen de tu boca, no existen; y además he oído decir, que la verdad de un individuo se encuentra en lo que oculta. ¡Guárdame el secreto!

Puede ser que la clave de la vida se encuentre en aventurarse a decir lo que uno piensa y siente, elemento tan del gusto de poca gente. Soy bastante buena guardando secretos si la información tiene enjundia, sino, es probable que se me olvide ¡Guárdame el secreto!

Tampoco había visto con tanta claridad como esta noche que mi redacción en este blog es una necesidad. Llegué a casa agotada por el trabajo, pero inspirada y optimista por la magnífica conversación con mi amiga. Encendí la chimenea,  saqué el ordenador y me dispuse a escribir sentada en mi sillón favorito y mirando por la ventana como anochecía; creo que debe de ser así como se prepara un fumador para disfrutar de  su mejor cigarro. Sabéis que este sitio es el principio de todas las cosas, también es cierto que últimamente ando muy liada; estoy escribiendo una novela titulada Los nietos del Diablo que me lleva trabajo y tiempo; pero tiempo en el que soy feliz. Además participo en un libro colectivo coordinado por Javier F. Granda, proyecto que verá la luz en diciembre, y en el que estoy encantada de colaborar. Aun así, este blog siempre será una prioridad porque nació para poder hablar contigo, y eso es algo que me cautiva.

Y estoy de acuerdo con Einstein cuando dijo que existen dos formas de ver la vida: una pensar que no existen los milagros, y la otra pensar que todo es un milagro.

"Venezia è allagata" 29/10/2018. La foto de Marco Perin.




MESCALINA DE PALABRAS


Septiembre ha resultado tan emocionante como prometía. Por si quedara alguna duda os cuento que hemos asistido a un acontecimiento muy relevante para un grupo de personas que vivimos entre letras: el aniversario de Camelot.
"Camelot da vida a muchos sueños"

Camelot es la editorial que ha dado vida a muchos sueños, que ha hecho crecer a muchas personas y que ha engendrado entre sus filas auténticos personajes.

A mí, personalmente, este acontecimiento se me plantea como una espléndida paradoja y parece imposible que tenga relación alguna con principios tan prosaicos  como poner libros en circulación. Porque ellos, Pablo, Daniel, Rubén y Alejandra, nos han permitido que el lenguaje se haya convertido en la piel. También con ellos aprendí que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras y que si tú eres capaz de escuchar: brotaran de ti  las historias.

Y este sigue siendo mi lugar, el mismo en el que busco cobijo cuando necesito ayuda o palabras escritas, por otros, por mí, por ti, por quien sea que las maneje con soltura; pero palabras silenciosas que me identifiquen y me liberen del caos de las ideas.

Ocurre que son para nosotros, estas mismas palabras, como la mescalina para las tribus indígenas sudamericanas en sus rituales místicos. 

Yo tengo el viento metido en la memoria, como las palabras.
Si, como yo, hubieras nacido al lado del mar, comprenderías el poder de las palabras como el del viento, sin que nadie tenga que explicártelo. 
Insisto: tengo el viento metido en la memoria,… como las palabras.

¡Mil gracias Camelot!


                                         Traficante de sueños. Foto de artselect.            
                                                                                              
                                                                              Ana García de Loza


LA QUINTA ESENCIA


Ya casi ha acabado el verano y sigo siendo la misma; esa mente inquieta que si vive el momento adecuado se encarga de eternizarlo; la misma que observó como un ramillete de sensibilidades  vibraban en la oscuridad obligada de un templo. Rostros abstraídos; canales de paso para un sinfín de emociones ilimitadas en clave de sol. Un venerable anciano, a mi izquierda, marca ligero, el compás con su bastón. Y allí estoy perdida entre escalas y arpegios queriendo sentir cosas que no siento; queriendo ser más sensible de lo que realmente soy, intentando trasformar el dinero de mi entrada en minutos inolvidables. Y aunque las manos ágiles sobre el piano del artista trataron de salvar la situación, devorando el gran galope cromático, esta vez no ha podido ser. La música de este pianista no me ha llegado al corazón y ninguna presencia, excepto la de Luisa, a mi diestra, resultaba imprescindible. 
¡Gracias al cielo encontré esa quinta esencia
que ando buscando todos los veranos!
A veces el problema de las situaciones, y de alguna persona, es que me aburren o bien porque nunca me han interesado o porque, aun habiéndome interesado mucho, pierden el encanto.

Si damos por sentado que la quinta esencia es la parte fundamental o más importante de algo, reconozco que estas veladas ya no me aportan inspiración y dejan mi espíritu insatisfecho  y en busca de ese elemento sutil que la filosofía antigua consideraba  como el quinto en la constitución del universo.

Gracias al cielo, a los pocos días, encontré en Oporto esa quinta esencia que ando buscando todos los veranos; esa que entre los alquimistas era fundamental en la composición de la materia, y aunque en esta ocasión no me la había aportado la música, sí me la proporcionó un par de horas con Frida Kahlo. En el Centro de Fotografía portugués el espíritu de esta mujer interaccionó conmigo, que siento un profundo respeto ante su presencia. Y noto que la importancia de Frida va más allá de su arte. Su personalidad y sus convicciones se me manifiestan en estas 241 fotografías que ella coloreó: les imprimió besos, las recortó y les inscribió pensamientos. He sentido su intimidad, he conocido sus intereses y he sido testigo de su vida atribulada; he notado como seduce a la gente, incluso desfigurada, y he amado con ella a Diego Rivera. Creo que no puedo pedir más, salgo de allí fascinada.

Mientras, ahora en Loza, el viento silva si te asomas porque de lo contrario el sol de la media tarde, de un agosto más, te invita a vivir; y deambulo de arriba abajo, de abajo arriba, pensando en dejar de pensar. Entonces caigo en la cuenta de que también hay miradas que no dicen nada; personas que nunca serán culpables de desamor porque son incapaces de sentir apego; faltos de ternura y presos en su propia indiferencia deberían de llevar algún distintivo, que prevenga a los de a pie, de sus estigmas.

Momento a momento se va un verano que me ha dejado: la ternura de encontrar a un buen hombre, amigo de Eugenio, ligado a mi infancia; la certeza de que tengo edad de Talaso, en as Mariñas, con mi gente; la alegría de conocer a una mujer inteligente que, cada sábado, sosegaba mis tribulaciones; el aliciente de una comida contigo cada semana y el placer de ese revelador café de todos los veranos en los soportales de La Colorada. Queda demostrado con todas estas pruebas fehacientes que ese ADN arcaico que comparto con vosotras tiene un impacto sutil pero significativo en nuestros veranos y en nuestra búsqueda de la quinta esencia.

Y en ese túnel que a veces llamamos tiempo se alimenta mi fantasía, se engrandecen mis anhelos, o se calma mi sed de emociones. Y después de hipnotizarme con banalidades, el mismo tiempo me incita a vivir cada minuto como una fiesta para los sentidos. Otras veces me descorazona. Pero, aun así, sigo siendo yo y quiero recordarte que tengas fe, pues hay una intención oculta en todas las cosas. Si no, nunca nos habríamos conocido.
“Sabia que o campo de batalha do sofrimento se reflectia nos meus olhos”Frida Khalo


Ana García de Loza


El, NO, COMO RESPUESTA



 ¡Que extrañas las sensaciones que a veces se recuerdan! Con el tiempo he intentado olvidar a las personas que perdí; pero la música siempre vuelve a traerlas hasta mí.
Si no sabemos poner límites
 perderemos el control de nuestra vida.
A veces tal parece que el mundo te ofrece posibilidades inimaginables. Entonces te digo que los principios por los que nos regimos se descompasan y todo se presenta como un maravilloso y extraño sueño. Es la química de la pasión y de estar de vacaciones. Hablamos de esos días  donde la realidad se pierde para la lógica y las personas que me rodean consiguen, sin pretenderlo, que el rompecabezas de mi fantasía encaje, aunque no pongas nada de tu parte.

Y entre caerme rematadamente mal y no caerme bien se encuentra la diferencia de mi tranquilidad personal, por lo que sigo esperando un, no, en tiempo y forma. Un, no, que dirás con tranquilidad. Sin explicaciones. Pero ya es necesario que hagas gala de las virtudes que deposité en tu persona, y te expreses. Porque, en ocasiones, la amistad está sobrevalorada y nuestras cabezas llenas de pensamientos delicados y melancólicos mezclados  con estupideces. Llegó el tiempo de aclarar conceptos.

Estos encuentros de verano son mucho más que un par de horas en las manecillas del reloj; mucho más de lo que digo cuando hablo, porque si lo normal es vivir entre la ilusión y la ignorancia, no debemos, para defender nuestros deseos, ni manejar argumentos pusilánimes ni zarandear silencios. No seamos cobardes; por mucho que el mar se enfade, acabará haciendo las paces con la tierra.

Además, no, es una respuesta necesaria en nuestra vida cotidiana; aparte de evitar problemas mayores hace, a las personas de bien, colocarse en el lugar que les corresponde. Así que  con un,  no,  en tiempo y forma: te respetas, no engañas a nadie y no ignoras los problemas de tu prójimo.

Si no sabemos poner límites perderemos el control de nuestra vida y estaremos tomando un café con alguien que no nos gusta, viajando con alguien que no nos cae bien o dando cobijo emocional a personas que no nos interesan, lo que nos llenaría de la insidiosa sensación de perder el tiempo. Ya sé que  no es fácil manejar el, no, pero queda dicho que esta actitud no tiene nada que ver con ser cruel, poco caritativo o egoísta. Porque también es sabido que los niños sin normas  ni límites se convierten en mal criados  y las personas que no escuchan algún, no, pueden convertirse en tiranos. Como docentes, como padres o como amigos debemos de encontrar un equilibrio entre dos extremos igual de malos: decir siempre que si y decir siempre que no. Y además tenemos que defender nuestros derechos sin la intención de perjudicar a nadie.

Eludir el decir, no, a alguien, no te convierte en mejor persona; es más, me atrevería a decir que a veces te convierte en un cobarde y te recuerdo, también, que el silencio no es una respuesta. El silencio nunca es una respuesta en una persona íntegra.

No te olvides de decir todo lo que no has dicho porque lo que empezó como una tormenta de junio, librando guerras de intereses contrarios, puede darte la solución al rompecabezas, pero he oído decir que para vivir eternamente hay que morir primero.
Insisto: ¡Que extrañas las sensaciones que a veces se recuerdan!
El silencio no es una respuesta.




EL SENTIDO DE LA VIDA



Para que la respuesta sea adecuada, la pregunta deberá de ser la correcta.
¿Qué es la vida? Dice mi amiga, Virginia, que los únicos temas que interesan a la humanidad son el amor, el sexo y la muerte; por ese orden. Yo le doy la razón mientras me pregunto cuál de los tres me atrae más; porque sabemos que todo el mundo pide la verdad pero muy pocos quieren pasar por el trance de decirla.
Debemos de dedicarle, a aquello que queremos de verdad,
el tiempo suficiente.

Así las cosas llegamos al final de la primavera y a ese mes de junio, que para nosotros los docentes, no tiene descanso. Y también en este momento quiero atravesar el viento y llegar al verano, a un café contigo, a tu reputada velada y a seguir buscando el sentido    de la vida; entonces alguien viene y me cuenta una historia; entiendo que para llevarme a su bando.
Pero curiosamente, y como una debilidad, debo decir que casi siempre tomo partido habiendo escuchado solo una de las partes de la historia; por eso el que me habla primero de su causa tiene más probabilidades de tenerme en sus filas porque también es cierto que cuando ya tengo una versión de los hechos carezco del interés suficiente, y a veces de la oportunidad, ni para contrastarlos ni para escuchar a la otra parte.

Creo sinceramente que es un buen momento para pensar en el sentido de la existencia     y para volver a confiar en la magia de los proyectos bien hechos: con tiempo, con tranquilidad, respetando su proceso y andando un camino. Dejemos de echar a los demás la culpa de nuestros fracasos y pongamos en orden nuestras prioridades. Debemos de dedicarle a aquello que queremos de verdad  el tiempo suficiente para que se convierta en parte de nosotros. Yo a ti, cielo, creo que te he contemplado el tiempo suficiente para recoger el fruto más exquisito que podía desear: tu amistad.
Y si no la puedo tener entonces hay que desdramatizar. Porque puedo seguir viviendo sin conseguir muchas de las cosas que deseo pero lo que no puedo es vivir sin ilusiones.  Si añadimos a esto que no me gustan las personas de poca fe, resulta fácil suponer que los que me rodean son, casi todos, personajes positivos, entrañables e imprescindibles en mi mundo: A los que quiero, cada día los quiero más; y a los que no quiero tanto, cada día los acepto mejor; así, como son.

Él me cuenta una historia y yo le cuento otra; entonces me pregunto, y deseo que la respuesta sea afirmativa, si para el hombre del que os voy a hablar a continuación, buscar el sentido de la vida también sería su salvación. La última vez que lo vi, en una mente sabia y en un rostro sin edad, curtido por el sol de la media Italia, mantenía viva la ternura de su alma incluso cuando hablaba de la mafia y de sus tejemanejes en el barrio de la Pigna, donde él vive. Las anécdotas que llegaron a mis oídos que sin ser ingenuos, son frágiles, me hicieron reflexionar sobre las tan variadas condiciones en las que se puede desenvolver el día a día de las personas y, entonces, llego al a conclusión de que algunos nos quejamos de vicio, como decía mi madre.

Tengo constancia de que a pesar de la vida, la gente seguirá teniendo ilusiones, añorando amigos y desoyendo verdades, pero yo doy un voto de confianza a lo que predica Dostoievski: Hay que amar la vida antes de amar su sentido porque tener ilusiones lo cura todo y te permite ser aceptablemente feliz en un mundo donde gobierna el caos. El hombre tierno de la media Italia del que hablábamos antes, es la prueba irrefutable de que puedes ser feliz en medio de las condiciones más adversas; y seguramente su devenir continuará tal cual está porque hay pocos momentos en nuestra existencia en los que no seamos cómplices de nuestra realidad.

Sin embargo vuelvo a preguntar: ¿Para qué estamos aquí? ¿Cuál es el propósito de nuestra vida?  Entonces un murmullo lejano me dice: hay que ser valiente para perseguir tus sueños pero necesitas más valor aun, para soñar. Me consuela saber que un escritor sigue siendo aquel que sueña aun sabiendo que hay un mundo diferente en el reverso de cada letra.
Este hermoso desastre me ha llamado la atención.

                                                                                     Ana García de Loza

PECADOS


Giraba el volante del coche, que discurría plácido por el trayecto desde  casa hasta donde vivía mi madre, mientras mis sentimientos fluctuaban entre la pena y la serenidad. La pena  de sentir como la enfermedad  se  afianzaba cada día más en ella,  y se agarraba a los pensamientos de la generosa mujer que fue para dejarla sin pasado y otorgarle únicamente un presente; presente  pecaminoso para los que la rodeaban.
Te echo de menos.

Y el pecado de esta gente vivía a flor de piel, en sus ojos, en sus almas y  en sus semblantes. Pecaban, por enfadarse si ella no quería hacer; por obligarla a comer cuando no le apetecía o por forzarla a pasear cuando la abuela siempre había tendido a la inactividad. Pecaban, por no tratar a aquellas mujeres mayores siempre con la misma paciencia; pecaban contra el corazón, contra el amor al prójimo y contra su propia conciencia. Pecados, pecados y más pecados para unos humanos que no estaban libres de acabar igual que aquellas mujeres, con el paso de un puñado no muy grande de años.
Pero ¿quién estaba libre de no haber cometido ese pecado alguna vez en la vida? ¿De qué estamos hablando? ¿No me sentía yo igual de pecadora por tenerla allí?

A aquella hora estaban plácidamente sentadas en la acogedora sala de estar. La abracé al llegar; tenía una carita dulce y sus grandes ojos verdes me miraban con amor. -Cuéntame lo que has hecho hoy- Le decía mientras paseaba mi vista, a través de los cristales, por aquella tierra asturiana, pétrea y llena de grises fantasmas de lluvia, que suspiraban. El tiempo pasaba mientras yo hablaba sin parar; hablaba, contaba y cantaba para mi madre aunque daba igual lo que dijera, ella  nunca se acordaba  de casi nada.
Pero con la necesidad de tenerla en este mundo, yo, guardaba un as en la manga: inundar su entorno con las notas del viejo piano que dormitaba tranquilo en la esquina más tierna de la habitación. De forma prodigiosa aquellas melodías siempre la acercaban a mí y a su vida pasada; y al obrarse esa magia, sentíamos tanto deleite como siente el pájaro cuando se lanza al vacío, y sabíamos que la música formaba parte de lo que éramos, al igual que el vuelo formaba parte del pájaro.
Yo también sabía que el amor y la amistad nos brindan el placer  de compartir y de ser generosos con las personas que queremos, con las que no queremos y con las que en este momento están a nuestro lado; por eso es un pecado  no dar  amor incondicional a quién está  cerca de ti. Eres responsable del trozo de mundo que ocupas. No seas ingrato. No cometas el pecado de no demostrar a tus padres que los quieres; no vaya a ser que pasado mañana no te conozcan y los abrace un extraño. No cometas el pecado de criar a tus hijos sin cariño y sin normas claras; no vaya a ser que mañana te gruñan en vez de hablarte. No cometas el pecado de no amar las cosas que te rodean; no vaya a ser que mañana te quedes sin recuerdos y tu vida se convierta en un sinsentido.

La serenidad  habita en mi alma de  hija porque mi madre come con pausas y olvidos, pero come; porque pasea con las mismas pocas ganas de siempre, pero pasea y  sobre todo porque sonríe y está tranquila. Y me pregunto que poblará  las mentes humanas que cometen el pecado de no demostrar el amor.

De regreso a casa, aquel día de invierno, y pasando por la parte alta de la ciudad, donde ella vivía, mi corazón herido, buscaba consuelo en el paisaje a la vez que necesitaba la paz de aquel emblemático monte Naranco; entonces recordé a la tierna mujer que  siempre me había abrazado. Y aunque este texto fue escrito hace muchos años,  estaré eternamente agradecida porque mi madre, aun sin recordar quien era yo, recordaba que me amaba. Además, y por si a alguien sirviera de consuelo, creo firmemente que nadie está muerto mientras alguien lo eche de menos. 

Te hecho de menos.

                               Que tous tes désirs se réalisent. Joyeux anniversaire!

                                                                                     
P.D: Queridos amigos: El próximo miércoles, 30 de mayo, a las 19.00 horas, en el Club de prensa de la Nueva España de Oviedo, tendré el placer de presentaros mi segunda novela, Los cuatro segundos. Me encantará veros allí.
                                                                                      Ana García de Loza.

EL CÍRCULO










                            EL CÍRCULO: contra la línea recta.
                            Mejor diríamos: Vivir es ver volver. Azorín.
                            En grado sumo, eres la vida sin tiempo:
                            en silencio, como la primavera, recoges el color 

                               y lo mimas, lo cuidas y proteges: esa flor, 
                               gozo de los sentidos, un regalo que es retorno,
                              siempre, y aliciente que fue y será, por ti,
                              alma del vivir que es volver: un reto. Que no se rompe
                              y resiste, como el brocal, a la muerte y la finitud 
                              que rondan contra tu eternidad. Siempre abril
                              o los días y las marcas en piedra del reloj, 
                             nos haces, contra la línea, hacia el mar, 
                             el mástil de Odiseo que salvó con sus gritos
                             y miedos, la necesidad de Ítaca como el imán
                             que busca su partenaire. Allí un aroma suyo
                             hizo de Argos, su fiel, un final para empezar
                            y seguir , en Penélope, como nosotros, 
                            el amor que tiñe el espacio de tu corazón.
                                                                                         José Fernández.



ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


En memoria de mi padre 

A veces, la idea de morir rondaba mi cabeza; ¿cómo sería ese momento?. Pero según  me hacía mayor, pensaba en la muerte con más tranquilidad. Había leído en algún sitio que la mayoría de las personas cuando saben que les llega el final, lo asumen con entereza. Así que no estaba muy asustado.
Sólo sabemos que la madre de mi padre era pelirroja.
¿Cuál de ellas sería?
Foto  de Cultura Inquieta. 

Sin apenas notarlo, acababa de morir. Entonces entendí la existencia de reglas no escritas para afrontar ese momento con integridad. Me encontraba ligero y a mi lado apareció alguien que siempre había sido parte de mí; creo que como mi conciencia. Era como yo, pero más  liviano. Nos dimos un abrazo de complicidad en el que no sentí su cuerpo pero noté su ternura. Mi familia se revolvía intranquila y no podía decirles que, yo, estaba bien.
No quería marchar sin despedirme; aun así empecé alejarme.

Había una extraña intimidad en eso de seguir el mismo camino que aquel sujeto hecho de humo que iba a mi lado. Me comentó que yo había sido buena gente como humano y por eso, tenía un billete para ocupar, durante toda la eternidad, un lugar lleno de paz y de armonía.- Y además, añadió-: Antes de irte definitivamente, tendrás la ventura de regresar al lugar que quieras, y en el momento que desees, de tu vida.

Al oír esto se me vino a la memoria mi infancia tardía. Pensé en aquel marzo triste en el que mi madre, también, murió; once años después de abandonarnos mi padre. Pasé la  infancia en aquel caserón de pueblo donde creció mi soledad de huérfano, al lado de una de mis  hermanas.
A pesar de ser un pueblo, la casa poseía abolengo. Tenía altos techos y amplias estancias; aunque la pieza más transitada era la cocina, con su enorme planchón, atizado con leña, encima del cual siempre hervía una cazuela llena de café. Recordé aquellas tardes tan iguales unas a otras. Trabajábamos todo el día en las tierras esperando la hora de la siesta que era estupenda. En esa hora mágica, mi amigo Murias y yo, leíamos novelas del oeste tumbados en la hierba seca del pajar y soñábamos con un mundo mejor. 
La tía Regina, que hizo de madre tierna, nos llevaba as mellores manzás del horta, y nos avisaba de que el descanso había tocado a su fin. Ella también trabajaba el campo como una matriarca entregada. Nos cuidaba lo mejor que sabía y nunca nos hizo sentir, ni a Pilar ni a mí como una carga, a pesar de ser huérfanos; hijos de su cuñada la pelirroja. La misma tía Regina que me apoyaba para que no faltase a la escuela nocturna, nos protegía si alguna de nuestras tareas rutinarias no estaba acabada a tiempo.

Yo solía pasarme las noches en actitud de leer y soñar. Y de aquellos sueños, surgieron las inquietudes; hasta que un día, mi amigo y yo, decidimos emigrar en busca de nuestro futuro.
Después de las largas noches elaborando fantasías se me cerraban los ojos. Parece que cuando los abrí había pasado la vida. Y si se mira con cierta buena voluntad, fue una vida agradable: como un cuadro de Canaletto.

Pero en aquella época, yo, cuando sufría algún contratiempo enfilaba el largo pasillo acabado en una escalera, no muy estrecha y de madera carcomida, que llevaba al desván. Subía desaforado los escalones, algunos de dos en dos, sabiendo que al final de aquel ascenso encontraba la calma. La escalera era empinada y su último peldaño llegaba, sin descansillo, hasta la puerta del desván. Allí me sentaba, pegado al marco de madera, a escuchar no sabía qué. A veces, me parecía oír algo detrás de aquella puerta. En más de una ocasión creí sentir nítidamente la presencia de alguien, pero nunca traspasé aquel umbral porque la puerta siempre estaba cerrada con llave. Al principio la empujaba con toda mi alma, pero con el tiempo me acostumbre a sentarme allí a esperar. No sabía qué, pero esperaba en calma.

Así que mi último deseo recién muerto, fue atravesar aquella puerta detrás de la que tenía pendiente una cita y no sabía con quién. Esto ocurriría antes de irme definitivamente hacia la luz.
En cuanto expresé mi deseo, entramos en la casa. Allí seguía la mesa de madera de la cocina, alumbrada con una luz mortecina y tintineante; también vi el banco donde nos sentábamos a merendar. Y el aparador pegado a la pared, con media hogaza de pan de maíz tapada con un rodillo, y las migas sobrantes desperdigadas. Avanzamos hasta el final del pasillo y volví a oír el familiar reloj que tanto me impresionaba por el poder que tenía sobre el tiempo, con su tic tac impasible y frío.

Finalmente, y sin esfuerzo aparente, llegamos a la escalera del desván. Sentía que me flaqueaban las piernas aunque el hombre de humo me tocaba el brazo para animarme. Al llegar a la puerta del desván pensé si todavía seguiría cerrada con llave. Él, la empujó con suavidad y empezó a girar sobres sus bisagras. No me atrevía a entrar pero suavemente me invitó  a hacerlo y entré.
Entonces lo comprendí todo, porque detrás de aquella puerta, esperándome, estaba mi madre.
Detrás de aquella puerta, siempre había estado mi madre.
 
Y si se mira con cierta buena voluntad,
fue una vida agradable.

                                   Ana García de Loza.