En contra de lo que decía
Václav Havel, un escritor checo, estoy entrando
en el círculo de las personas que además de inquietarse por el sentido de la vida,
hablan a menudo de ello. La motivación, esa flor impresionable e impresionante que
nos trae de cabeza.
Tomaremos la decisión que nos pida el corazón, siempre y cuando, nos quepa en la cabeza. La foto es reciente: librería Acqua Alta |
Sonrisas bajo las luces mortecinas y dudas en el aire de mi respiración. Tabaco en un rincón. Los oigo hablar mientras tomo sorbo a sorbo mi café. Siento sin pensar; y pregunto sin saber: por qué llegamos a este mundo y para qué. Entonces la pregunta vuela de boca en boca y todos hablan de su razón.
Y yo la busco en mi memoria y quiero recordarla tal como
era: quiero sentir aquella motivación de ojos que brillan, horas que pasan
volando y conversaciones trascendentales; sin embargo no puedo concretar quien
es el culpable de que esa razón se haya trasformado; y tampoco sé si será culpa
del tiempo o de todo lo que aprendemos. A veces nos
sentimos insatisfechos con nuestra vida, en una suerte de locura que nos lleva
a pensar que la felicidad cotidiana está sobrevalorada, y es que a la hora de
la verdad no somos tan diferentes unos de otros, y al final, ante la duda,
tomaremos la decisión que nos pida el corazón, siempre y cuando, nos quepa en
la cabeza. Ninguna otra decisión nos hará felices.
Si he de serte
sincera siento admiración por las personas que consiguen mantener su motivación
día tras día, y año tras año. Son auténticos supervivientes que se adaptan al
paso del tiempo con buen talante, y conservan el hambre de cosas nuevas y las
ganas de soñar. Alguna de esas personas me recomendaron que leyera un poema
cada día y que reflexionara sobre lo leído; que viajara y conociera el mundo, y
cada vez que llegara a un lugar desconocido averiguara su historia y cómo se
había trasformado en lo que era; también me lo dice Camus: el modo más cómodo de conocer una
ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, como se ama y como se muere.
Esas personas
abanderadas de una vida satisfactoria, me exhortaron a aprender, in
perpetuum, toda clase de cosas, como jugar al polo, cambiar la rueda de
un coche y secarme apropiadamente el pelo con un secador; porque creían que todos
estos aprendizajes, sin ser demasiado importantes, me proporcionarían
motivación a la hora de vivir. Resulta curioso este viejo mundo, una vez que te
das cuenta, ya has hecho la mitad del camino.
En fin, si andas tras de tu motivo especial para una
vida plena, y estas atormentado por emociones mudas, no olvides que ni la
motivación, ni el amor,
son entidades estables. Pero tú sí;
tú eres la prioridad. No tengas miedo, ni indecisión. Nadie desea lamentarse
por una vida no vivida.
Sonríen
bajo las luces y yo los oigo hablar. Mientras,…
tomo sorbo a sorbo mi café.
Ti auguro un felice Anno Nuovo pieno di cose buone. Foto di Venezia |