ARACNE
Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco
Eurípides.
En
aquella esquina, sin luz, en penumbra, antes de la plegaria
Que
el alba pespunta en los rizos del sueño,
al amanecer, la boca
Del peligro abre los ojos, pájaros de cristal, en
la tela de araña:
Es un fantasma en el rastro del poema que teje la soledad.
Camina
sin huellas, en el filo de los besos, con
la esperanza,
Partera
del dolor, de compañera, inútil calcetín para la mano
Desnuda
que camina inocente en busca del bocado feroz.
Trenzada
en color, el alma del tapiz es la escuela
donde el dolor
Es
la esquina de la muerte. Al acecho, rauda de voluntad, en vilo
El
tejer la carne de la prisión, cada golpe del
querer es huida sin razón,
Necedad
y locura del amor siempre tu, extraño inconsciente inocente
Apenas
manchado tardíamente expresado siempre aprendido nunca
En
el siempre vivido: nunca tarde por ser verdadero, más allá
De
la edad asignado: el amor existe si alguien te apuñala por la noche
En los
sueños revueltos por el hybris, sementera del corazón.
Demente,
más oscuro que
todo el ser sin estrellas, en
lejanía
Más
cercana que mi propio ser, Aracne, fue eterna tu huida,
Una prioridad, la necesidad prisionera en lucha por tu libertad.