GARCÍA GARCÍA

El primo Jose

Y aunque el encantamiento del concierto seguía presente, para mí yo profundo, el viaje del día siguiente saboreando el paisaje que me acercaba a casa, no tenía parecido. Montañas suaves a la izquierda según nos aproximábamos a occidente; mar cabreado a la derecha; envites de agua encrespada, espumarajos blancos batidos contra las rocas  y el aire. Un viento familiar  que se cuela sutilmente por la ventanilla y silba, y lleva y trae y vuelve a silbar, colocándome justo en el centro de la memoria, donde el tiempo no tuvo un antes ni tendrá  un después.
Un café escuchando  fascinada  las historias que cuenta; los años no han pasado, sigue siendo aquella primera Navidad en la que aparece en mis recuerdos, aquel chico rubio de profundos ojos azules que levanta a su prima pequeña en brazos y da comienzo, con ese sencillo gesto, al mito del hombre perfecto.

El primo Jose
Era el muchacho que se había formado en la Francia de mediados de los sesenta, primero en Alençon, después en Aurillac y que tenía un tocadiscos rojo encima del mueble del salón, amén de discos de Joan Baez, Bob Dylan, Jimmy Hendrix, los Beatles  y una larga lista de tesoros que solo podíamos manipular si él no estaba en la casa. Hurgar en aquella fortuna de cultura y juventud contestataria suponía el placer de lo prohibido para unas adolescentes vivarachas, testarudas, pecosas, rubias o pelirrojas con la marca de los Mura.
La Casa de Mura situada en el Seijo, cerca de Navia, fue la casa de mi abuela paterna y cuna de hombres carismáticos e inteligentes como el tío Herminio y el abuelo Eugenio, y de  mujeres extraordinarias.
Todas estas peculiaridades siguen presentes en la estirpe; si cabe se van puliendo con el paso del  tiempo, el saber hacer y la ilustración, teniendo su máximo exponente en el primo Jose que hondea el apellido García como baluarte de una casta.
Y es que mi madre cuando  alguno de los García sacaba a pasear ese talante que llevamos dentro, apostillaba aquel, son de la Raza; o aquel otro que reza, es Mura legítimo.

Así pues, antes de que la testarudez se vuelva ofuscación y la locuacidad se vuelva charlatanería, os tengo que decir que mi primo Jose siempre ha sido  uno de mis. preferidos.
Recto y eficaz en su trabajo, es un hombre de principios que esconde bajo sus, a veces formas secas de proceder, un corazón bueno y lleno de ternura que vuelca en su familia, especialmente en su nieto.

Y allí estaba él, ejercitando la paciencia y aguantando el chaparrón de preguntas, que si como viven los indios, que si como son los menonitas; haciendo el café  y gala de buena educación; contándonos historias de  los mexicanos y de Cuauhtémoc por petición de la concurrencia.
Resulta que los menonitas de Cuauhtémoc son seguidores de un líder del ala pacifista del movimiento anabaptista, una de las corrientes surgidas dentro del  cristianismo durante la reforma protestante. Ahora mismo hay  en el mundo más de dos millones de anabaptistas entre menonitas, huteritas, amish  y la Iglesia de los Hermanos. Me puede la curiosidad por saber la impresión de alguien que lo ha vivido en directo durante tantos horas de tantos días lejos de los suyos; y sigo preguntando.
¿El pueblo dónde vives?  No es tan pequeño el pueblo, sigue mi primo contándonos,  y aunque se ve que lo ha repetido muchas veces, lo narra con buen ánimo; en Cuauhtémoc  la gente es rica o todo lo contrario.

Sigue hablando antes de que yo haga la siguiente pregunta. Te gustará saber que la delegación Cuauhtémoc es la séptima economía del país y tiene un montón de población que va y viene. Por cierto la producción de manzanas es de  las mayores del mundo. Después de relatar estos y otros muchos detalles, toma un sorbo del café y pregunta ¿satisfecha su curiosidad señorita? De momento sí, respondo al punto, tratando de archivar toda aquella información en mi memoria; el próximo día  me hablas de China ¿vale? Pone cara de pensar que… Si no hay más remedio.

Somos conscientes de que es un hombre especial, y en alguna ocasión el respeto que le tengo ha rozado la frontera del miedo; aun así, todos lo admiramos pero  algunos además,… Lo queremos. 
Cuando salíamos de aquella bonita casa en San Cristóbal el nordeste soplaba obligándonos a doblegarnos contra el viento mientras caminábamos achuchándonos en nuestros abrigos. Tenía un regusto agradable en la boca con sabor a café  y otro aroma más agradable en el corazón con sabor a familia.




Mar, mi amor, mi mar