SEGUNDAS PARTES

La magia se encuentra allí donde pones tu atención.
Aún vestida de realidad Venecia resulta espectacular y mágica.
 El espíritu que se enreda en las entretelas de mi persona se arrodilla con negligencia sobre el suelo veneciano y con  estudiada parsimonia desnudo uno de mis brazos para sumergirlo lentamente en el frío adriático. Bonita sensación de comunión con el mundo y contigo. Con deleite chapotean las manos absorbiendo la historia de la ciudad que entra  por los poros de la piel.

La atracción que ejerce sobre este  alma, generosa  y caprichosa, es como la esencia de un buen licor fuerte y posesivo. He llegado a pensar que Venecia está enamorada de mi voluntad  porque nadie parece sentirse igual de  turbado después de tantos años pisando este suelo.
En mitad de la vorágine de pensamientos, que te eternizan, e  imbuida en el embrujo bizantino que me inunda sin reservas, decido  hacerme dos regalos; el uno  enviarte una misiva para que recuerdes que parte de tu espíritu está aquí ahora; el otro rezar para que en este precioso instante estés feliz. Y es que rezar aquí  resulta tan sencillo como volver los ojos al cielo y recordar  tu cara.

Venecia la quería, ella quería a Venecia y  en aquel trueque de pasiones el olor tostado, en su opinión reminiscencia de viejas impresiones, inundaba el aire y resultaba el mejor regalo para los sentidos. Aunque a su mente afluían cual peregrinos los desencantos de los románticos del diecinueve que habían defendido la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del espíritu, para pasar a la historia como flojos y desequilibrados.

Batallas, tempestades, amoríos,          
por mar y tierra, lances, descripciones

de campos y ciudades, desafíos
 y furor de las pasiones,
goces, dichas, aciertos, desvaríos,
con algunas morales reflexiones
acerca de la vida y de la muerte,
de mi propia cosecha, que es mi fuerte. José de Espronceda
La araña de cristal veneciano reflejaba su luz sobre el mostrador de madera de  caoba y mármol de Carrara en aquel Lavena, que  lucía con orgullo el retrato de Wagner colgado en la pared. Cuando cruzó el pórtico de columnas y se adentró en el local, depositó la mirada distraída en los edificios y en  la bulliciosa multitud que desfilaba ante sus ojos a través de los cristales, sin restar un ápice de encanto a aquella plaza, entonces,  también sintió su presencia.

Esta página fue hace no mucho una página en blanco, cada palabra que aparece no siempre estuvo aquí y todo esto que os muestro es el resultado final de innumerables decisiones, grandes y pequeñas. Pero todas estas ideas ya andaban bailando con mis neuronas aunque creo que mi interés por las cosas imposibles está llegando a un punto limpio, exento de interlocutor, y he de reconocer que me contraría y me desalienta.
Así que debes de saber que en adelante si vuelves a tener noticias mías, será porque no pueda evitar lo contrario.

Desde  Venecia.
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Venecia, Venecia