La voz a ti debida II
Me gusta tu voz incluso cuando hablas.
Es el eco de un mundo cálido, exclusivo y maravilloso lo que sale por tu boca; y entonces cuando por fin te decides a hablar, un sencillo y coloquial –mañana cuando os despertéis me llamáis- parece seductor.
Resulta esa tu inflexión, irrepetible. Es el timbre de barítono que nace de tu alma y un no sé qué, reflejo de infinitas sensaciones por vivir o eternas promesas hechas sin querer, lo que te traiciona y te hace único.
Entiendo que no eres culpable del hechizo que ejerces sobre mí; aunque resultaría tan sencillo deshacerme de él como de mi propia piel, y por eso está ahí, persiguiéndome en los cálidos días de agosto; arrullándome en las tardes grises del otoño; dando rienda suelta a mi imaginación en cada segundo, y poniendo un punto de fantasía en mi existencia.
Como casi siempre, algún verso peregrino acude, para llenar el momento de gloria y de inmortal presencia:
Es el eco de un mundo cálido, exclusivo y maravilloso lo que sale por tu boca; y entonces cuando por fin te decides a hablar, un sencillo y coloquial –mañana cuando os despertéis me llamáis- parece seductor.
Resulta esa tu inflexión, irrepetible. Es el timbre de barítono que nace de tu alma y un no sé qué, reflejo de infinitas sensaciones por vivir o eternas promesas hechas sin querer, lo que te traiciona y te hace único.
Entiendo que no eres culpable del hechizo que ejerces sobre mí; aunque resultaría tan sencillo deshacerme de él como de mi propia piel, y por eso está ahí, persiguiéndome en los cálidos días de agosto; arrullándome en las tardes grises del otoño; dando rienda suelta a mi imaginación en cada segundo, y poniendo un punto de fantasía en mi existencia.
Como casi siempre, algún verso peregrino acude, para llenar el momento de gloria y de inmortal presencia:
“El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada” (Pedro Salinas 1933)
Para los que hablan sin voz; que somos uno, y somos un millón. |
Mi somero error consiste en confundir esas sensaciones que me trasmite tu voz, con unos sentimientos que nacen en ti. Porque la severa realidad y el tiempo, certero catador de reconcomios, dicen, que todo esa pasión nace de mi y se engancha a tu cuerpo, belleza efímera, a causa de tu voz, pasaje inimitable a un mundo sin fin.
Tú, gran maestro, tienes un rango de voz próximo al bajo-barítono. La cuidada precisión en el fraseo y el control de la respiración, te hacen impecable.
Has heredado, por voluntad propia, la idea de que la música popular debe de ser una continuación de la conversación. Eres, de los que hace música con la palabra hablada, entiendo con ello que haces camino al a andar. Adoro a Frank Sinatra. Y eso, ¿qué tiene que ver con la historia?
Has heredado, por voluntad propia, la idea de que la música popular debe de ser una continuación de la conversación. Eres, de los que hace música con la palabra hablada, entiendo con ello que haces camino al a andar. Adoro a Frank Sinatra. Y eso, ¿qué tiene que ver con la historia?
Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve, aún así quiero oírte. Aparezco en aquel lugar, vacilante, ignorada entre la maraña de la multitud y sumergida en el anonimato a causa de tu mundana indiferencia, pero allí estoy.
Un amable caballero me cede la silla, que arrastro sin ninguna delicadeza para ubicarme exactamente donde pretendo, y apoyo ambos pies en el muro que limita por la parte de arriba al escenario. El aire es frío y me enredo en el fino pañuelo de verano que hace vanos esfuerzos por darme calor. Mientras, el piano sigue sonando con notas, a veces coléricas, que impregnan el ambiente de improvisación, pero no importa. El piano no importa, ni el pianista, ni el hombre del saxo,… ahora solo importa un frío sagaz que me atraviesa y un agua pendenciera que me irrita. Entonces, volviendo los ojos al cielo, me pregunto qué hago allí.
De repente surges, impoluto, entre la gente, con un halo de normalidad muy estudiada.
Siempre he sido muy romántica, ahora me entero de que no hay sitio malo para el querer. De forma esporádica me paso las manos por el pelo con la intención de aclarar mis emociones y en ese preciso segundo me vuelvo a preguntar, eso sí, sin acritud, ¿Qué porras hago yo aquí?
Siempre he sido muy romántica, ahora me entero de que no hay sitio malo para el querer. De forma esporádica me paso las manos por el pelo con la intención de aclarar mis emociones y en ese preciso segundo me vuelvo a preguntar, eso sí, sin acritud, ¿Qué porras hago yo aquí?
Tu voz; eterna melodía
Para los que trasmiten miles de emociones. Puerto de Vega |