ROMA, ROMA
¡Oh Dios mío, que sueño! Ascendemos por la colina plagada de curvas que nos saca de San Remo y el sol nos da de lleno, lo que no impide que divisemos el espectáculo de los invernaderos en todo su esplendor; por algo esta es la ciudad de las flores.
Continuamos nuestra larga andadura sobre los incontables, según Don Oscar, puentes que constituyen esta autovía de unión entre la Liguria y la Toscana.
Unas horas de sueño más tarde y encajados como podemos en el asiento, llegamos a Pisa. Somnolientos y desaliñados bajamos las escalerillas del vehículo sorteando a las tribus de negritos que nos rodean para vendernos sus productos de imitación. Siempre hay algún pardillo que pica y algún otro que lleva planeada la compra.
Profesores en Pisa |
La metrópoli tiene un primer vistazo que te deja sin respiración, la Piazza dei Miracolli supone un conjunto arquitectónico irrepetible en el norte de Italia, y desde luego no estábamos preparados para este despliegue de arte. El Baptisterio, el Duomo, la Torre inclinada y el Cementerio parecen salir del interior de la tierra para nuestro deleite.
Después de las intervenciones culturales de rigor elaboradas por los alumnos, nos dispersamos. Nosotros, los profesores, no nos detenemos en las zonas turísticas. Un privilegio que nos brinda la experiencia, es el de pasear y convivir con los ciudadanos de a pie, adentrándonos en la parte más auténtica y costumbrista de cada ciudad, así que tenemos amigos oriundos en media Italia.
Y de nuevo la carretera; en nuestra mente cansada Roma se dibuja entre un maremágnum de luces de fondo y de coches que van y vienen sin orden aparente, los romanos conducen por sensaciones.
La entrada en la ciudad imperial va irremediablemente unida a ver Gladiator, y es que la aventura épica de Russell Crowe bajo la dirección de Ridley Scott nos lleva a todos embobados, nadie habla, parece no existir mejor marco que este para ver la película. Cómodo se gana todos los odios y aunque en la realidad el auténtico emperador Marco Aurelio murió de peste en Vindobona, ese detalle aquí no tiene ninguna importancia porque a estas horas, la realidad está separada de la ficción por una fina línea apenas perceptible.
Las noches también tienen su miga, no te creas. Todas las noches los muchachos, a excepción de lo castigados, que los hay, son capaces de sacar fuerzas no se sabe de dónde para motivarse con una ducha, un modelito y un par de coca-colas. Los pasillos se convierten en un hervidero de emociones que van y vienen al ritmo frenético de la edad, llévale, préstame, tráeme, déjame, devuélveme, toma, ponte. Las habitaciones, sobre todo de algunas mujeres, parecen el mercaó del Fontán, y a mí personalmente me resulta increíble que sean capaces de meter tal infinidad de cosas en una maleta. A veces cuando paso a hacer la ronda nocturna tengo que saltar por encima de auténticas montañas de ropa que a la mañana siguiente desaparecen como por arte de magia.
Quinta jornada y recién desayunados el Teatro di Marcello, bien llamado hermano menor del Coliseo, da la salida a un día de arte puro y duro. Cordonata hacia arriba, Foros Imperiales, Santa María in Aracoelli, por cierto mi preferida para hoy, y Escalera Aracoeli hacia abajo nos sirven de calentamiento. -Esta escalera fue construida en 1348 para conmemorar el fin de la epidemia de la peste- apunta el que da la explicación .-¡Pues habrán quedado a gusto!- dice alguien después de bajar los ciento veinticuatro empinados escalones.
Mil pasos y un padrenuestro, podría ser nuestra consigna en este kilométrico día. Il Gesú, Santa María sopra Minerva, San Pietro in Vincoli para ver el Moises, columna Trajana y bla, bla,bla, si aguantamos tantas horas de asfalto cultural, estaremos más capacitados para hablar en clave de experto, así que mil padrenuestros después toca el Panteón y mil pies más tarde la Piazza Navona nos recibe con su traje de diario. ¡Es tan auténtico este lugar! Agradecemos el sol en este punto de la tierra, el cafetito en la terraza, la estufa en la calle y hasta nuestra recién conocida Dorotea, una septuagenaria chilena de adopción, pero ciudadana del mundo que nos relata entre suspiros su interesante vida.
Las caminatas empiezan a pasar factura y cuesta agrupar a la gente. Piazza Colonna.
Ánimo muchachos la Fontana di Trevi nos espera y una heladería situada justo en la esquina, nos reserva unos sabrosos cucuruchos de limón de año en año.
Llegamos hasta la Fontana della Barcaccia que hay en Plaza España, la embajada española, la Orden de Malta, la escalinata que conduce hasta la Trinitá dei Monti. Caemos rendidos en la escalinata, no podemos más, nos duelen los pies, el hambre acecha y parece que por fin toca comer, pero antes nos perdemos en los maravillosos escaparates de Via Condotti.
En medio de ese río de gente en ebullición te evades del cansancio que te corroe y de repente… un pensamiento errante te llena de energía, yo pienso en ti, él piensa en ella, y todos tenemos ilusiones.
Algo en el ambiente que se va generando en el grupo, nos hace sentir que estos momentos serán irrepetibles. Puede que volvamos a Roma, pero nunca juntos, y esa idea peregrina convierte este momento en magia pura.
un caffé a Roma |
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