Escribo desde que me alcanza la
memoria, desde que siendo una adolescente enamoradiza, frágil y muy exigente
conmigo misma conseguía aplacar mis ansias de amor y de protagonismo vaciando
esas emociones en cualquier sitio donde pudiera garabatear.
Llegaba al papel sobrecogida y
preocupada, no entendía la reacción de la gente que tenía alrededor y escribía.
El verdadero proceso terapéutico
se producía cuando leía lo que acababa de pensar. En ese preciso y precioso
momento veía la realidad, toda la realidad que yo era capaz de percibir, y
desde allí me resultaba mucho más sencillo discernir si el sujeto en el que
acababa de depositar mi amor, por ejemplo, era merecedor de tal cosa o no.
Fueran cuales fuesen las
conclusiones, mi alma quedaba en paz.
No resultaba tan terrible la
situación y me decía
a mi misma que la parte primera y principal de un problema consistía en ser
consciente de que ese problema existía.
Ya tenemos localizado el
problema, en este caso tener claro que no soy una escritora al uso, porque en
todas las puertas que piqué me lo dijeron; con silencios y evasivas pero me lo
dijeron.
Lo intenté con editoriales,
editores, concursos literarios, mecenas de medio pelo y mecenas de pelo entero.
El resultado siempre fue el silencio así que va siendo hora de asumir que no
cumplo los requisitos para ser una escritora…pero una vez aquí y después de un tiempo callada decido seguir vaciando mi alma
en cualquier papel.
Escribí un primer libro que
resultó más bien un anecdotario, nada para él; escribí una segunda historia de
desapego en una amistad de infancia, triste, real, pero poco profesional, para
mi gusto discreta; esa le gustó a mi tía y a dos de mis primas.
Por último escribí una inventada
historia de amor romanticón a lo Pretty Woman año dos mil diez, que a mí me encantó,
pero a la única persona que lo leyó le pareció una caca poco seria.
Y en ese punto ya me sentí
ofendida, ninguneada, maltratada por la comunidad y no sé cuantas
otras cosas más, entonces deje de escribir.
De esto hace más de dos años pero
resulta que me falta algo y si por
casualidad encuentro la paz en esta inactividad mental, está tan pegada a la
apatía y al aburrimiento que me descorazona, así que he decidido volver a la
vida.
Será estupendo retomar la emoción
de escribir, un abrazo al mundo.