Los del Instituto de la Villa, Mieres 1977/2007
Rubias y largas, aquellas trenzas se deslizaban detrás de unos enjutos y pecosos hombros de adolescente y recorrían con desparpajo la mitad de la espalda.
Su caminar era vivo, ágil y frágil como el de una gacela dispuesta a beberse la esencia de la vida de un solo trago ¿Te reconoces? Podrías ser tú, o yo, o quizás la vecina de enfrente, eso sí, hace más de treinta años en Mieres.
Sea quien fuere nuestra adolescente llegaba en la década de los setenta, al Instituto Bernaldo de Quirós y atravesaba la enorme puerta negra de hierro forjado, que protegía del resto del mundo, a todos los estudiantes del Palacio de Camposagrado.
Recorría con un aplomo, más bien fingido, aquellos pocos metros de terrazo rojizo flanqueados por unos muros bajos que servían de asiento a los estudiantes. Bajaba tres escaleras y se plantaba delante de la puerta principal que daba acceso al edificio.
Observada por los de su edad, ignorada por los mayores, idolatrada por unos pocos y mal mirada por alguna que otra, a la que suscribe, le tocó recibir clase en los arcos y enamorarse de los que jugaban en el campo de fútbol polvoriento que se divisaba desde la caballeriza. Le tocó representar la casa de Bernarda Alba en un antiguo y lleno de vida salón de actos; sentir como suyas las columnas del patio central mientras las abrazaba tarareando una canción de Albano y Romina Power, y cómo no, le tocó vivir con expectación las lecciones en una clase redonda teniendo un solo compañero del género masculino.
El caso es que la vida más allá de las fronteras del Liceo empezaba y la recién estrenada coeducación resultaba dura. Esa es mi generación.
Resultaba dura la vida con el dibujo técnico; y entretenida la historia con Doña Rogelia o pétrea la biología con Elisa. Tal vez pertinaz la lengua con Doña Manolita; o dulce el hogar con Cheres. Sin dudarlo, constructiva y tierna la literatura de segundo con Papi, José Fernández pa los amigos; o incalculables las matemáticas con Freije; quizás inconmensurables con Luis Jesús.
El Bernaldo de Quirós ha marcado mi existencia. Me ha dado cultura para el camino; perspectiva para las decisiones; base para un futuro; soluciones para algún problema; amores para un libro, amigos para la vida y…recuerdos para toda una eternidad.
A todas las generaciones venideras os diría: RECORDADME, porque yo he sido lo que vosotros sois ahora, un maremágnum de ilusiones sin pulir que llegarán tan lejos como tú la del piercing, o tú el de las rastas, o tu el pijito queráis llegar.
Hazme caso si te digo que me recuerdes porque el presente está lleno de pasado, y yo, soy tú pero con treinta años más.
Recuérdame porque el mañana ya está aquí, y es un espejismo de la mente.
Recuérdame porque en definitiva lo que nos unirá siempre es que los dos hemos pasado por el Instituto Bernaldo de Quirós y llevaremos su sello de forma indeleble en nuestros corazones.