Esta
sociedad siempre nos recuerda que la muerte está al final del camino pero nos
resistimos a creerlo porque el día a día es para los que estamos vivos. Por un
momento imagínense ustedes que, en su entorno, morir fuera tan sencillo como
cambiar de acera, tomar un café en el bar de la esquina o ir a la escuela.
Entonces estaríamos, de alguna manera, poniéndonos en la piel de los que huyen
de sus casas y se refugian en otros países para conservar la vida.
Y en este
marco de desarraigo y expatriación encontramos a un grupo de deportistas de
ambos sexos que combaten el miedo con ejercicio aeróbico, la angustia con
ejercicios de fuerza y la melancolía con ejercicios de técnica: son el grupo de
personas que han hecho del deporte su bandera y de la empatía su forma de
encarar la vida. Insistimos en que el deporte y su idiosincrasia les ha enseñado
a levantarse después de caer, a seguir peleando cuando parece que todo está
perdido, además de saber que nada se acaba hasta el último aliento, porque la
competición te convierte en un buen guerrero.
Pongámonos en la piel de los que huyen de sus casas y se refugian en otros países para conservar la vida. |
A pesar de haber sido expatriados,
como refugiados, para driblar a la muerte en los conflictos existentes a nivel
mundial, en 2015 y creado por el COI, nació el Equipo Olímpico de Refugiados
(EOR). El Comité Olímpico Internacional en colaboración con ACNUR (el Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) pidió a los diferentes
comités nacionales que eligieran a los deportistas refugiados con opciones de
clasificarse en los Juegos. En ese momento de los cuarenta y tres
preseleccionados salieron diez atletas que provenían de Etiopía, República
Democrática del Congo, Siria y Sudán del Sur, y participaron en atletismo, judo
y natación. El judoca de la República Democrática del Congo, Popole Misenga, fue
el abanderado.
El equipo formado, EOR, es financiado por las becas de
Solidaridad Olímpica, un proyecto de ayuda a deportistas del COI, y tiene la
misma enjundia, yo diría que un poco más de meollo emocional, que cualquier otro
conjunto de grandes atletas, y es entonces cuando como equipo participa por
primera vez, bajo bandera olímpica, en los Juegos de Río de Janeiro de 2016.
Este equipo se creó para llamar la atención sobre la crisis de los asilados en
un momento en que el número de personas desplazadas por la violencia y las
persecuciones llegó al nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial, así que
el solo hecho de su participación en los Juegos Olímpicos era oro, amén de un
homenaje a la valentía y la perseverancia de todos los que a pesar de haber
perdido familia inmediata, hogares, amigos y hasta la esperanza, eran capaces de
superar la adversidad y construir un futuro mejor para su gente. Con su
participación en estas olimpiadas enviaban un mensaje al planeta: eran
embajadores de los que no tenían voz porque vivían en campamentos de refugiados
y usaban su maestría atlética para demostrar que podían hacer todo lo que otros
seres humanos pudieran hacer, además de contribuir a promover la paz en el
mundo. Llevaban al Equipo Olímpico de Atletas Refugiados dentro de sus
corazones.
La selección de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (aplazados debido
a la pandemia de la COVID-19), para la que sería su segunda actuación estelar,
se da a conocer el 8 de junio de 2021 y estaba formada por veintinueve atletas
de trece comités nacionales, elegidos entre cincuenta y cinco candidatos para
competir en doce disciplinas. Yusra Mardini (nadadora siria) y Tachlowini
Gabriyesos (maratoniano eritreo) fueron los abanderados en la ceremonia de
apertura y el taekwondista iraní Kimia Alizadeh logró la medalla de bronce en su
disciplina.
Por otro lado La Fundación Olímpica para los Refugiados también fue
creada por el COI en colaboración con ACNUR, en 2017 y tiene como objetivo "ser
un símbolo para la esperanza para todos los refugiados del mundo", según Thomas
Bach y persigue apoyar a los atletas desplazados más allá de las citas olímpicas
y, a través del deporte, proteger a los jóvenes desterrados, de la violencia y
la exclusión social, fomentar su acceso a la educación, a la sanidad (sobre todo
la salud mental), y en definitiva, promover este rol del deporte para la ayuda
humanitaria.
De estas iniciativas se han beneficiado alrededor de doscientos mil
jóvenes, en ocho países: Colombia, Jordania, Kenia, México, República
Democrática del Congo, Ruanda, Turquía y Uganda, además mantienen el objetivo de
alcanzar el millón de jóvenes beneficiados en el año 2024, una cifra simbólica
si tenemos en cuenta los más de cien millones de personas desplazadas por la
fuerza que existen en el mundo.
La Fundación Olímpica para los Refugiados es
responsable del Equipo Olímpico de Refugiados y ambas entidades han sido
galardonadas, por méritos propios, con el Premio Princesa de Asturias de los
Deportes 2022; pero no podemos olvidar que en esta edición concurrían al
galardón un total de 24 candidaturas de 10 nacionalidades. El jurado del Premio
–convocado por la Fundación Princesa de Asturias– estuvo presidido por Abel
Antón Rodrigo, atleta olímpico, y la candidatura ganadora ha sido propuesta por
Juan Antonio Samaranch Salisachs, vicepresidente del Comité Olímpico
Internacional.
Y aunque alguien dijo que un refugiado es como un árbol que se
trasplanta porque su raíz nunca crecerá con tanta fuerza, considero esta una
seductora teoría para gente sin fe puesto que la humanidad siempre encontrará en
sí misma la fuerza para vivir como demuestran claramente este puñado de
valientes deportistas; y yo, siendo más de ilusión que de esperanza digo como
Borges: “Según se sabe, esta mudable vida, puede entre otras cosas…, ser muy
bella”
Ana García de Loza
La humanidad siempre encontrará en sí misma la fuerza para vivir |