Me gustaría que tuviéramos en cuenta que el Islam es
una religión milenaria que ha convivido con nuestro cristianismo y con el
judaísmo, entre otras religiones, durante muchos años y en muchos lugares
diferentes. Así que apoyados en la sensatez, la cordura y la integridad moral,
no debemos de confundir, islamismo,
que según el Diccionario de la lengua española es “el conjunto de dogmas y
preceptos morales que constituyen la religión de Mahoma” con, islamista, “que es lo relativo al
integrismo musulmán” término este de integrismo, muy próximo a fundamentalismo el cual se utiliza para referirse a una
interpretación rigorista del Islam y que justifica el uso de
la violencia para alcanzar sus objetivos políticos.¿Quién entreteje el hilo que asfixia ?
No olvidemos que los practicantes del islam se denominan musulmanes y solo un quince por ciento de los musulmanes del mundo son árabes y que nuestros prejuicios sobre religión e islam deben de desaparecer o por lo menos deben de ser analizados con la lupa del raciocinio.
Siempre que llegaba más o menos a la mitad de una
botella de vino, se secaba las manos sobre sus pantalones rojos de poliéster, tomaba
la biblia y comenzaba a dar golpes sobre ella. Nosotros intercambiábamos
miradas de aburrimiento o de alerta. La Biblia, el Corán, ¿Qué más da?
Entre las consecuencias de
los fundamentalismos religiosos citamos:
los prejuicios, la discriminación, la intolerancia, el fanatismo, la
persecución, la explotación física y el abuso psicológico dentro de determinada
religión, pero no son de nueva invención, queridos lectores, son problemas ancestrales.
Vemos los problemas pero no somos capaces de ver la solución
y estoy segura, desde el desconocimiento, de que la usura económica y la ignorancia, están entretejiendo el hilo
que asfixia.
El barrido de derechos fundamentales, los
enfrentamientos étnicos pero sobre todo el despotismo contra las mujeres afganas
es lo que ahora nos corroe el alma.
Afganistán es un cruce de caminos entre Oriente y
Occidente, un puzle étnico y un territorio
disputado por británicos, soviéticos y estadounidenses,
sin embargo, también es un país bello, de gentes amables, que ha cobijado
los budas más grandes del mundo aunque también ha sido un caos milenario de
violencia.
El peligro de la vuelta al poder de
los talibanes en Afganistán, que presagiaba Mahboba Saraj, de
la Red de Mujeres Afganas, va a hacer “retroceder al país 200 años”. Y es que
el mayor retroceso para las mujeres afganas se dio cuando esta facción impuso
su versión radical de la ley islámica entre 1996 y 2001. Se les prohibió
estudiar, trabajar, salir de casas solas, “mostrar la piel” en público, acudir
a una consulta médica atendida por varones, reírse en voz alta, usar tacones,
vestir ropa colorida y vistosa,
participar en política.
Las mujeres no tenían derechos.
Las mujeres no eran seres humanos.
Los derechos sociales y económicos
recuperados estos años, están en peligro. La parlamentaria Farzana Kochai ya lo
alerta: “El peor escenario es que eliminen por completo a las mujeres de la
sociedad, que nos quedemos en casa. Las mujeres afganas no podemos aguantar
eso. Habrá resistencia”.
En definitiva, a día de hoy, Kabul
es una ciudad mordida en las entrañas por la incertidumbre y el terror y nada
sirve de consuelo.
A estas alturas deberíamos de ser
conscientes de que, en el mundo actual, la ignorancia es un lujo que ya no nos
podemos permitir.
Alcemos nuestra copa y brindemos
por un futuro mejor.
ANA GARCÍA DE LOZA