Mis amigos son mi estado. Emily Dickinson
Decía Honoré de Balzac: “Lo que hace indisoluble a
la amistad y dobla su encanto, es un sentimiento que le falta al amor, la
certeza”
Tú y tu empatía. |
Cuenca, Huete,
Tarancón, Minglanilla, San Clemente;… recientemente he aprendido, de memoria, los pueblos más
importantes de Cuenca. ¿Por qué? No lo sabría decir. Cosas que me seducen.
Motilla del Palancar, Priego, Belmonte y Cañete.
En esas estaba cuando
acudió a mi memoria una infancia tardía, llena de sabor a miel. Recito y
recuerdo esa niñez; recuerdo esa niñez y pienso en ti. Y me vuelvo a preguntar por qué; quizás mi infancia podría haber sido la tuya.
Una de las mejores cosas que me ha dado este verano
has sido tú. Tú y la empatía; tú y el sobresalto de resucitar las amistades
adolescentes; esas del todo por el todo.
Por otro lado, también, me ha acompañado el
desasosiego. La sensación de haber hecho algo mal, aunque ya se sabe, soy
impulsiva y además, a veces, solo a veces, razono de forma diferente a como
debería. Aun así, cualquier afrenta a tu persona ha sido algo totalmente ajeno
a mi voluntad. Lo prometo.
Desconozco si podré arreglar algo que no sé bien cómo
he estropeado; pero no será en la
distancia, sino con verdad y un momento
de nuestro tiempo.
Digo, también, que tu vida la eliges tú, y yo,
respeto tus elecciones. Siempre las respeto. Porque sí; porque es así y porque no puede ser de ninguna otra manera.
Miles y millones de neuronas me producen la
sensación única de ser consciente, de
estar viva y de ser tu amiga; aunque también albergo la convicción de que somos diferentes e irrepetibles; somos entidades trascendentes capaces de entender el
mundo, de perdonar, de empatizar, de disfrutar de unos frescos ocultos y de una
conversación rodeadas de la magia de la estación del Vasco y capaces de
agradecer a la señorita Charo por enseñarte buenas formas. Y esa consciencia es lo que experimento cuando
escribo esto que libera mi cabeza del oprobio de la angustia.
Porque a
través de palabras hilvanadas, esa consciencia, convierte en un atisbo de
dulzura una palpitación feroz y tengo el
discernimiento amargo de que, al final, todos estos sentimientos se acabarán y, seamos amigas o no, ambas desapareceremos
del mundo.
¿Qué me une a ti? Tampoco lo sé exactamente; pero
intuyo que algo entre nosotras merece la pena.
Por ventura podría ser
una mistad sana y auténtica, de esas que surgen de lo profundo de las personas,
y que ancla sus orígenes en la noche de los tiempos. Sin duda ya tengo los años
suficientes para saber que esas amistades, a corazón abierto, son bienes
escasos. Pienso en el matiz que diferencia olvidar de ignorar y eso me consuela
pero, por favor, no desaprovechemos esta oportunidad porque estoy de acuerdo
con el escritor americano Willian Sydney Porter cuando dice que ninguna amistad
es un accidente.
Mis amigos son mi estado de ánimo. |
Ana García de Loza