Deberíamos de rechazar los placeres que acaban en dolor, por los efectos
perniciosos; y aunque el principio ético
resulte más que cuestionable, empecinarse en seguir la intuición, cuando la
realidad te oprime con su cordura, es aburrido. No se hacía ilusiones, entre
tanto, custodiada por dos palmeras, la fachada simétrica de tu casa, se
mostraba engastada en medio del jardín, y en el edificio de piedra caliza,
color crema, la teja negra resplandecía bañada por la luz de la tarde.
A veces lo cotidiano, te sorprende con cosas encantadoras |
Parecía imposible pasar por allí delante sin que regresaran los fantasmas
a su imaginación; y dado que a veces era mujer atenazada por el miedo y los
lémures, buscó la paz mientras se acomodaba en el asiento, con tu imagen
bailando en la retina. Por fortuna, la luz era tenue y el ruido de la música en
el vehículo, demasiado; de modo que, pudo centrar toda su atención en el
prosaico asunto de no rebasar los límites de velocidad. Para satisfacción de su
instinto primitivo, descubrió que sabía hacer buen uso del desencanto,
escuchando a jóvenes con corazones heridos, y orgullo lacerado.
Tus modales podían ser impecables cuando te molestabas en mostrarlos, un
padre estricto y una madre sencilla se habían asegurado de que así fuera.
Conocías a la perfección las complejas exigencias de la cortesía, si bien sentías
satisfacción despreciándolas a tu antojo.
Uno de estos días de atrás había asistido al discurso de ingreso en la
Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, como Académico Correspondiente,
a su director de la antigua tesina, el hoy llamado Proyecto de Investigación Científica,
y había resultado un rato tremendamente constructivo, sorpresivo, y sobre todo
divertido; donde había recogido, sin proponérselo y con agrado, la cosecha de
muchos años de amigos en el deporte asturiano de alto nivel. Reencuentros
agradables, palabras técnicas, argot familiar, gente interesante, y como fiel escudero,
Venancio, siempre grata compañía.
Se detuvo al lado de la ría, y caminó calle abajo sin tener muy claro
hacia donde se dirigía. Ya no estaba acostumbrada a ese desorden de
sentimientos. Hacía tiempo que había descubierto la felicidad en el ritmo
pausado de las estaciones, y en el trato con sus allegados, así que, su fe en
la buena gente, tu imaginario altruismo, y sobre todo, la necesidad de
deshacerse de aquella obsesión, la llevó a plantearse la idea de narrártelo en
directo.
A veces lo cotidiano, te sorprende con cosas encantadoras y Benjamín
Fernández en su discurso del Ejercicio como Medicina, aseguró haber comprobado
que 150 minutos de ejercicio aeróbico a la semana sirve como prevención y
tratamiento de veintiséis enfermedades crónicas, lo que resulta un argumento
más que sólido para empezar a moverse, amigos míos. Ya sabéis lo insistente que
era ella con respecto al ejercicio físico y la alimentación; los cuales además
de ser una profesión, constituían pilares básicos en su filosofía de vida.
Esta época había resultado un ir y venir constante de eventos y
acontecimientos de toda índole. De las ocho películas que habría visto en el
cine en estos meses, seis eran francesas, una española; la otra, un error. Y
es que en la última de Thomas Lilti, François Cluzet seguía siendo muy humano. Lo más
seductor, el Wild is the wind, de la misma Nina Simone que aseguraba que, Jazz es un término de los blancos para definir
la música de los negros.
Insisto, deberíamos
de rechazar los placeres que acaban en dolor, y propiciar aquellos que nos
endulzan la existencia, por ejemplo el cine, que como los pertiguistas, mejor franceses. Los
bolsos, de marca. Las buenas cenas, en La Corte. Los libros, en papel; y la música,… la música, negra.
Como bien dice un erudito en
palabras, cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria. Ciertamente, para ella, la vida en si misma era el
mayor de los placeres.
"A quien mucho ama, mucho se le perdona" Oviedo en la noche |