Conmovía escuchar el concierto de Aranjuez sentado en la terraza del café Bernini, su habitual en Plaza Navona, la música en la calle proporcionaba encanto añadido a la vida cotidiana.
Para que pueda surgir lo posible debes de intentar lo imposible |
Incluso il Jesú con aquel aire suyo tan jesuita le había trasmitido emociones olvidadas, Chiesa de Sacro Nome di Gesú estaba situada en la plaza del Gesú y era la iglesia madre de esta orden católica. Su fachada había sido reconocida como la primera verdaderamente barroca y sirvió como modelo de innumerables iglesias jesuitas especialmente en el continente americano.
Su instinto no solía engañarla y aunque era cierto que en alguna ocasión se había sentido atraída por personajes poco aconsejables de ambos géneros, siempre había sabido que esos sujetos no eran buenos, pero la atracción no la podía desaparecer ¿le seguiría ocurriendo lo mismo después de los años?
Había pasado solo un instante y de repente una plaza cuadrada con palmeras
ondeando al viento le decían que estaba en el Lido, aquella larga barra de
tierra situada entre el Adriático y la laguna Veneta la incitaba a sentirse viva. Era buena hora
para pensar, discurrían paralelos a un canal y tenía la sensación de deslizarse
suave como caen las plumas… a lo lejos otro pueblo con campanille.
Avanzaban
lentamente por parajes que inspiraban paz y vida dulce en el dulce Lido,
un trozo de campo color ocre, otro
verde; una casita de planta baja, un sembrado de algo parecido al maíz pero con
el tallo más largo, algún otro trozo de
tierra seca también en amarillo, un boulevard de árboles, entonces, todo ello
junto daba forma a aquel apacible Lido lleno de gente normal, jesolani, y otra jornada más que estamos juntos.
El cielo de un azul claro atrevido y brillante
parecía reflejo de su emoción y servía de fondo perfecto a un nubarrón gris
mientras salían del municipio; merecía la pena el esfuerzo de permanecer
despierta y atenta. Lido di Jesolo había alcanzado
en su momento la dignidad de sede episcopal y parecía quedarle a aquella región
de Veneto un aire entre provinciano, sencillo, venerable y sobrio propio del
cargo.
Caminamos y caminamos, Treviso siete, y el aire nos
escolta, a veces solo nos rodea pero siempre nos acompaña. En este lugar es
como si el tiempo no trascurriera, sirve de marco para cualquier época de tu
vida o para ilustrar cualquier sensación.
Seguimos entre campos marrones que nos acompañan en nuestra
marcha y aquí mismo la gloria, canale de Santa María y una inmensa llanura que me conquista. Durante
un instante no pienso en ella ni pienso en ti, solo siento el cielo en la
tierra y entonces caigo en la cuenta de que la distancia entre caerse bien o
caerse mal es darse una oportunidad.
Y aunque aquí
tenemos la prueba de segundas partes que fueron buenas, anhelo contigo un momento
que dure eternamente.
Juventud, alegría y una vez tuve un sueño |