PENSÁNDOTE

Estaba deseando escribirte, si. 
Un sabio entiende, que tiene la razón quien es feliz.
La foto de nuestro querido DANIEL LLANEZA.
No parecía imposible que sí, con habitual conmiseración, pensaba en tu discurrir por la existencia, entonces, hubiera un mínimo de conexión entre vosotros.
Calló el viento y asomó la idea.
De nuevo aulló, mientras, subía las escaleras buscando con los ojos los confines del mar. Aquella casa era una suerte de sensaciones. El agua arreciaba a la vez que con emoción, llegaba tu pensamiento; y hoy con él, el verano.

Este pensamiento era un amigo trasparente que la acompañaba; un acicate emocional que sin ruido, saltaba de día en día escoltándola desde hacía mucho. Aparecía unas veces dando chispazos de luz, algunas otras, mareándola con su vertiginosa movilidad. Pero ahí se apostaba, como esas ideas que surgen no se sabe pque, y  cada vez están más presentes.

Ni su infancia ni su juventud se habían deslizado sobre carestía emocional. Más bien todo lo contrario; había sido una hija querida y una amiga tierna; una mujer encantada y una bruja encantadora. Pero pasó como pasan las cosas, y llegaste.

Aquella inclinación hacia ti, acabó por modelar la dúctil pasta de persona versada y diferente, de la que estaba hecha. Brillaba, pues, sin pretenderlo, y sabía que las gentes se fijaban en su persona dada la capacidad para imprimir a su alrededor, un sello de cómoda naturalidad, y un eclecticismo social que hacían felices a sus contertulios.

Cuando tienes una historia en mente, pareces tener permiso para vivir con más intensidad, con más propósito. Disfrutas profundamente de las trivialidades de la vida; esas mismas trivialidades que te aplastan con su normalidad cuando la pasmosa historia no anida en tu cabeza.

Que un pensamiento marcado la conduzca a ti, no implica una necesidad imperiosa de reflexionar, ni la desazón de darle trascendencia. 
Significa sencillamente que posee capacidad para adaptar la realidad a sus fantasías; un juego tan deliciosamente seductor que puede, sin proponérselo, conquistar a  cualquier ser inteligente. O no.

Como siempre, expresaba sin reservas los intríngulis de su silencio, y buscaba a alguien que la comprendiera, ya que eso suponía quitarse de encima un peso que sabía sobre sus espaldas. Pero no resultaba tarea fácil conseguir una aliada que  aceptara este sinsentido y el vacío de hechos. Quería creer que aquel agujero negro entre vosotros estaba lleno de actos intencionados y de una velada ternura, difícil de apreciar desde el prisma de lo convencional.

Y si, Dios no lo quiera, haces lo que haces sin más intención; entonces, no existe la empatía silenciosa, ni el recuerdo inmisericorde, y sobre todo, desaparece la inspiración.


No te canses de ignorarla; inútil propósito. Ella no te olvida.
Cuando nada parece tener sentido, siempre queda el poder de una historia.

LO COTIDIANO

Deberíamos de rechazar los placeres que acaban en dolor, por los efectos perniciosos; y  aunque el principio ético resulte más que cuestionable, empecinarse en seguir la intuición, cuando la realidad te oprime con su cordura, es aburrido. No se hacía ilusiones, entre tanto, custodiada por dos palmeras, la fachada simétrica de tu casa, se mostraba engastada en medio del jardín, y en el edificio de piedra caliza, color crema, la teja negra resplandecía bañada por la luz de la tarde.
A veces lo cotidiano,
te sorprende con cosas encantadoras


Parecía imposible pasar por allí delante sin que regresaran los fantasmas a su imaginación; y dado que a veces era mujer atenazada por el miedo y los lémures, buscó la paz mientras se acomodaba en el asiento, con tu imagen bailando en la retina. Por fortuna, la luz era tenue y el ruido de la música en el vehículo, demasiado; de modo que, pudo centrar toda su atención en el prosaico asunto de no rebasar los límites de velocidad. Para satisfacción de su instinto primitivo, descubrió que sabía hacer buen uso del desencanto, escuchando a jóvenes con corazones heridos, y orgullo lacerado.

Tus modales podían ser impecables cuando te molestabas en mostrarlos, un padre estricto y una madre sencilla se habían asegurado de que así fuera. Conocías a la perfección las complejas exigencias de la cortesía, si bien sentías satisfacción  despreciándolas a tu antojo.

Uno de estos días de atrás había asistido al discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, como Académico Correspondiente, a su director de la antigua tesina, el hoy llamado Proyecto de Investigación Científica, y había resultado un rato tremendamente constructivo, sorpresivo, y sobre todo divertido; donde había recogido, sin proponérselo y con agrado, la cosecha de muchos años de amigos en el deporte asturiano de alto nivel. Reencuentros agradables, palabras técnicas, argot familiar, gente interesante, y como fiel escudero, Venancio, siempre grata compañía.

Se detuvo al lado de la ría, y caminó calle abajo sin tener muy claro hacia donde se dirigía. Ya no estaba acostumbrada a ese desorden de sentimientos. Hacía tiempo que había descubierto la felicidad en el ritmo pausado de las estaciones, y en el trato con sus allegados, así que, su fe en la buena gente, tu imaginario altruismo, y sobre todo, la necesidad de deshacerse de aquella obsesión, la llevó a plantearse la idea de narrártelo en directo.  

A veces lo cotidiano, te sorprende con cosas encantadoras y Benjamín Fernández en su discurso del Ejercicio como Medicina, aseguró haber comprobado que 150 minutos de ejercicio aeróbico a la semana sirve como prevención y tratamiento de veintiséis enfermedades crónicas, lo que resulta un argumento más que sólido para empezar a moverse, amigos míos. Ya sabéis lo insistente que era ella con respecto al ejercicio físico y la alimentación; los cuales además de ser una profesión, constituían pilares básicos en  su filosofía de vida.

Esta época había resultado un ir y venir constante de eventos y acontecimientos de toda índole. De las ocho películas que habría visto en el cine en estos meses, seis eran francesas, una española; la otra, un error. Y es que en la última de Thomas Lilti, François Cluzet seguía siendo muy humano. Lo más seductor, el Wild is the wind, de la misma Nina Simone que aseguraba que, Jazz es un término de los blancos para definir la música de los negros.

Insisto, deberíamos de rechazar los placeres que acaban en dolor, y propiciar aquellos que nos endulzan la existencia, por ejemplo el cine, que como los pertiguistas, mejor franceses. Los bolsos, de marca. Las buenas cenas, en La Corte. Los libros, en papel; y la música,… la música, negra.
Como bien dice  un erudito en palabras, cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria. Ciertamente, para ella, la vida en si misma era el mayor de los placeres.

"A quien mucho ama, mucho se le perdona"  Oviedo en la noche