Nunca compartió la idea de que las mejores palabras son las que quedan por
decir. Por el contrario entendía que las mejores palabras, siempre son las que
se dicen, desde la cordura, desde la tranquilidad, desde la serenidad, desde la
reflexión,… pero se dicen. Y esta misma idea la llevaba a creer que el silencio
es uno de los maltratos más crueles que podía contemplar. El silencio en la
mirada, el silencio como pregunta, el silencio por respuesta; el silencio y los
espacios en blanco derrumban los cimientos de cualquier autoestima.
Pero cuan caprichosa es la memoria que tiñe los recuerdos del color que se le antoja. Foto de ALVARO PLATERO |
Pero cuan caprichosa es la memoria; y entonces volvía a ver el mismo
escenario y a la misma madame, porque también entonces corría a fuego lento el
mes de junio, mientras rondaba de cerca, la magia. Notaba la misma ilusión brotando de la misma
sangre; aquellos ojos fríos esquivando su mirada; los mismos ojos que lejos de
decir, omitían.
Enfoques
científicos rechazaban la explicación de déjà vu como profecía, pero ella lo
suponía como rememorar un sueño. Aquel sueño volvía cual anomalía de la razón,
y le creaba la impresión de haberlo vivido. Un amigo le dio una explicación absolutamente sencilla sobre este tema
complejo. Imagínate, le dijo, que tu cerebro tiene un espacio para almacenar los recuerdos y otro donde analiza las experiencias
presentes; en un momento puntual, por alguna razón indeterminada, la mente
danzarina, antes de analizar el presente, guarda un hecho como si fuese un
recuerdo. Déjà vu es pues, la experiencia de haber sido
testigo, previamente, del mismo espectáculo. Así que el psíquico francés Émile
Boirac acuñó el término que definía las sensaciones que le proporcionabas.
Ya te había dicho que no podía vivir solo con cinco
sentidos, y eso constituía un foco de conflictos y desavenencias con la
normalidad. Aunque, flores de una persona con la que cada día se entendía mejor,
claro que hablamos de Cristina, un paquete de golosinas de una
de sus Helenas favoritas y buenas sensaciones, habiendo sido parte de un
valioso botín recolectado el último nueve de marzo, también resultaba un lujo
en tiempos de crisis emocional para una sociedad que se vuelve terriblemente
práctica, y muy poco empática con las afectos.
Perpetuo
pensamiento de que te inventaría un universo hoy y te daría tiernamente amor,
si otra no fuera ya tu estrella, pq según el principio del gato de Schrödinger,
cuando el sistema cuántico se rompe, la realidad se define por una
sola de las opciones posibles. Sólo veremos al animal vivo o al animal muerto,
nunca ambas. Pero prefiero la realidad cuántica en la que puede que me
adores y que no me adores, las dos cosas a la vez.
Cuesta aprender a
vivir con la certeza de que no todo se explica, ni todo tiene respuesta. La
impotencia y el duelo perpetuo por aquello que no tenemos, ni lograremos tener,
nos produce cicatrices en la piel y en el alma, sin tener en cuenta que un
sueño perdido nos coloca frente a nuestra vulnerabilidad y a la posibilidad de
que el mundo nos conmueva, nos sobrepase, nos conmocione y finalmente, nos
acoja. Estamos entonces de acuerdo, el optimismo es una suerte de ignorancias
admitidas.
Insistamos en que
un futuro mejor para la humanidad pasará por dar importancia a una educación
basada en el respeto, los principios, los valores y una conciencia serenada en
su verdad. Y como colofón a este concierto de inexactitudes, planteemos la
paradoja de que cuando más efecto provoca un educador, es cuando no está
pretendiendo enseñar, pque son sus hechos y no sus palabras lo que cualquier
educando va a imitar
Pero cuan caprichosa es la memoria que tiñe los recuerdos
del color que se le antoja y el déjà vu de tu próximo espectáculo, genera en
ella, desconcierto.
Parece innegociable que los humanos con el paso del tiempo sienten menos, y recuerdan más. |