JOSÉ FERNÁNDEZ
Tanta
fuerza por la mixtura, como la vida por los errores, es el silencio
de
la palabra como las aguas en tus labios prisioneras,
sus
esquivas sonrisas y los aleteos del corazón como las brisas
al
amanecer, cogidos de la mano, sin dueño y esclavos del amor.
Esclavos,
sí, de manos y mezclas de hormigón y deseos
contra
las miradas de lascivia de quien nos mira cual hojas
sin
árbol de referencia, la biología y sus cantos de sirena
nos
conforman a tanta prisión como aguas
estancas en sus lloraderos
sin
apenas lágrimas por la quietud doméstica de su rebeldía.
Y
si fueron tormentas y gritos en rayos descolgados de las iras
allá
donde los horizontes son ruinas de la pasión, las aguas de tu corazón
beberán todos los cielos en su recorridos, y serán
paisajes
de infancia para los recuerdos cuando el otoño hace guiños
de
vientos y palabras. Cansinas y llenas de
avatares, con primaveras
sueltas
porque te ríes, haces poso de los días y
todos los limos que
que
recogen en sus escapadas- experiencias-,
son colores de vida
en
los insondables ojos que brillan cuando las aguas mecen
los
secretos múltiples de sus entrañas porque
las nieves,
al invierno, azotan con sus
tempestades, aquí, en los afilorios.
Allá donde los horizontes son ruinas de la pasión |