Me hago mayor.
Indefectiblemente me hago mayor, y no digo que sea malo, digo que resulta raro
ver como el cuerpo va tomando forma, sin dejarte participar demasiado en el
proceso.
Rara, vaga la mente por derroteros, que habiendo marcado tú mismo, te
hacen sentirte un extraño en tu propia cabeza, tocando sinfonías de
tranquilidad, paciencia y cierta conformidad, donde antes no había más que
chispa, emoción y burbujeo de vida.La historia está presente en todas las caras. Foto de CARLOTA CHACÓN, mi sobrina. |
Cuando nos quedamos
huérfanos, da igual la edad que tengamos, la sensación de desamparo está
asegurada. Los progenitores, mientras viven, protegen nuestra esencia. Son una
muralla que resguarda la integridad emocional de sus vástagos y la forma que
estos tienen de estar en la vida. Cuando ellos faltan, el muro de protección se
cae, quedando nuestra identidad a merced de los vientos del desarraigo, que nos
bambolean a su antojo, siempre en función de los puntos débiles de cada cual. Y
claro, ahí andamos.
Tú, sin saberlo, defines para mí las líneas de un mundo que tiene en sí
toda la pasión del espíritu joven, y toda la perfección espiritual de lo que
nunca muere. Aun así, como uno de esos círculos surgidos en el agua cuando se
arroja una piedra, poco a poco te vas difuminando con un rumor apenas
perceptible. A ti, que has sembrado una inquietud que ni se ubica, ni
desaparece, cómo podrá mi palabra, tan insuficiente para darte idea de que
representas todo un mundo de claroscuros de la razón, de rumores de realidad,
de sonidos que se perciben a la vez; digo, cómo podrá la palabra convencerte,
de que cualquier movimiento tuyo bastará para deleitar un alma errante.
Y habiéndote visto sólo en la distancia, llegó Septiembre. Es el mes
preferido en este lugar. La gente se mueve por la ciudad con dinamismo, tal
parece que hubieran salido de un prolongado alejamiento estival y necesitasen
de este cielo para sentirse únicas. Aquí y ahora vuelven a la vida. Personas
que se arrullan unas a otras con su sola presencia, calle Uría arriba, calle
Uría abajo, Plaza San Miguel, calle Quintana, siempre te encuentras algún conocido,
de esos de siempre, pongamos Marcial, que hace tiempo no ves. Entonces recuerdas
que tienes un pasado, el cual se presenta como algo tierno y nostálgico; y ese
mismo pasado, hace de este, un momento exultante. A resultas de la situación,
te sientes una persona completa, que quiere y es querida, que valora y es
valorada; una persona integrada en el sistema de castas que la propia ciudad
marca con su pronunciado estilo; con ese talante natural que la identifica, y esa
clase, que la urbe emana desde cualquiera de sus rincones donde se cuadra el
viento en este Oviedin del alma.
Septiembre loco, un mes de fragancias cruzadas, corazones partidos y
emociones desbocadas; donde el buen ánimo de los unos, y la indiferencia de los otros, te hacen
descubrir una persona distinta en aquel ser anodino que llevas dentro; y
resultas el príncipe de las confusiones, el capitán de los miedos; y una imagen
que el espejo te devuelve, sin saber si la vas a querer o no.
Si al mirar atrás notas la avalancha de un montón de vivencias, recuerdos
y situaciones, todas en el mismo segundo, entonces plantéate que ya has
disfrutado de gran parte del camino, por lo tanto, seamos amigos porque la vida
corre veloz. El tiempo no se detiene con nadie, es lo que más rápido pasa, y
aun así, no acabamos de sentir la analogía entre esta información y nuestra
vida cotidiana.
Te amparas en esa descortesía irreflexiva por algo que no ha existido,
para ignorarme. Y aunque cabalgue sobre la ficción, hay una verdad oculta que
me pertenece,… lo sabes.
Seamos amigos.
Guapa Victoria que empapada en un hálito de juventud, hechizas al mundo con esos tus ojos. Foto de VICTORIA ESTRADA. |