EL REGALO DE LA RABIA

Pensé que era dueña de mis emociones. Aunque si antes estaba equivocada, ahora estoy desbordada
No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas
imponer a la libertad de mi mente. Virginia Woolf.
La foto de LAURA LORENZO.
por un sentimiento que me zarandea. Creía tener buen corazón y perdonar fácil, pero resulta que solo 
soy un ser humano que se revuelca en su propia ira, cuando le toca, y que vive los sentimientos con pasión. Quiero olvidarme de la gente mezquina, de los que me hieren, quiero que existan en mi vida el tiempo imprescindible y que no sean esos bichos los catalizadores de mis sentimientos hacia otra gente.

Me miró sorprendida y quedó callada unos momentos, observándome, mientras yo esperaba su respuesta con el libro abierto encima de las rodillas y las gafas en una mano. La tarde estaba avanzada y el sol que  entraba por las cortinas era cada vez más tenue. En la sala solo se oían nuestra conversación, era como si la extraña voz de  mi ira no hubiera pasado por  allí.
Las cortinas volvieron a moverse con la brisa fresca que traía la  primavera y el mundo exterior entro de nuevo en la habitación; el fa sostenido del silbato, del último tren del día al salir de la estación; el olor de la sopa que mi madre estaba preparando para la cena; las voces, amortiguadas por la distancia, de los niños jugando en la capilla.
Entonces me habló con tono pausado, el habitual en ella, como si la reflexión saliese con facilidad de lo más profundo de su ser. Desde luego los egoístas pueblan el mundo, dijo, como si fuese algo irremediable que hubiera egoístas,  y hasta te podría decir que resulta  imposible no tener, en algún momento de la vida, los pies metidos en ese charco.

Muchos años han pasado de este episodio y sigo enfadándome con algunas personas que me sacan de quicio. Menudos bichos. En aquel momento ella había sonreído con benevolencia; solo tienes que ponerte en su lugar, intentar perdonar. Era uno de esos atardeceres en los que el pueblo tiene una extraña y cálida luz que va del gris al  azul intenso, y el oscurecer conservaba el brillo mucho más tiempo de lo que parecía posible.
No esperes nada de ellos, a no ser cuando te vengan a pedir. Pero cuando el bicho te ofenda, entonces ponlo en su sitio y luego apiádate de él, porque lo único que da el bicho, es pena.

El primer paso para aprender a manejar la rabia es saber que el desencadenante, no es la causa. No nos enfadamos por lo que la gente hace, la auténtica razón de nuestra ira es algo en nuestro interior que reacciona a esos hechos. Y en la lista de necesidades insatisfechas que están detrás de la ira, aparecen el interés, la aceptación, el reconocimiento, la independencia, la pertenencia, la confianza, la honestidad y un largo etc.
En este mundo, como bien dicen por ahí, las apariencias pueden engañar, pero el alma de las personas, eso que subyace en el fondo de cada cual; eso, no se puede esconder. Y además, ya lo sabíamos.

Desde hace un tiempo, aunque los egoístas me resulten familiares con sus cuitas y escarceos, ya no son nada. Me asusta la sensación de no quererlos, la conmoción del desamor y el sobresalto del desapego. No. Esto nunca será del todo cierto.

Nos damos cuenta de que el malestar y la contrariedad  no es algo de lo que tengamos que huir, forma parte irrenunciable de la experiencia de la vida. Esquivar el enfado es una tarea imposible, y a menudo, este se agrava cuanto más lo intentas evitar. Deberíamos entonces enfrentarnos a él para liberarnos de conductas y respuestas arraigadas, en las que tendemos a quedarnos atrapados. Por eso debemos de agradecer el regalo de la rabia que nos permite descubrir las carencias que tenemos, normalmente, bien escondidas.
Si fuera capaz de contar todo lo que sentí, no habría ni un lugar en el universo que no hablara de ti, y le ofrecí a la casa un nocturno de Chopin en do sostenido menor, una obra que no se publicó hasta después de la muerte del compositor. Creo que es el mejor de sus nocturnos y por eso quiso conservarlo solo para él. Es una joya que toca el cielo cada vez que sube una octava, pero también adoro a Chavela, y creo, como tú, que uno siempre vuelve a los lugares donde descubrió la vida.

Absurda tendencia la mía, a repetir situaciones indeseables y establecer vínculos perniciosos con el mismo tipo de personas. Tal vez no soy quien pensaba que era, o por lo menos, no sólo soy eso.

Ya estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas, los libros alrededor,  y volví a sentir que se me helaba el corazón. Sé que no puedo retenerte, sé que esto no es para ti lo mismo que para mí, aunque  se convirtió en una conversación secreta entre tú y yo.
Supongo que es cuestión de encontrar las palabras oportunas. Me miré las manos que habían escrito cientos y cientos de señales. Incluso las palabras obedecían a las leyes de la piel ¿porque tú no? Ella siguió hablando, pero me costaba oír lo que decía. Nada le interesa. Mi cabeza parecía incapaz de aceptar lo que estaba oyendo, y solo me llegaban frases sueltas. Siempre me habían valorado por lo que era y por lo que hacía. Y recordé, con los ojos llenos de lágrimas, cómo te quedabas quieto mientras me alejaba. Quizás sea otra señal. Nunca me habían tratado de esta manera. Siempre me habían considerado digna de escuchar.

Tal vez no soy quien pensaba que era. O por lo menos, no sólo soy eso.