Cuenta la leyenda que la
ciudad fue fundada por Hércules egipcio, en los mil setenta y seis AC, y por ello una estatua suya en piedra muy dura,
llamada cárdena por su color, aposenta en la iglesia de Santo Domingo el Real.
Y vive Dios: si faltara la autoridad de los eruditos y la tradición de las edades, bastaría esta
estatua de Hércules para afirmar que Segovia fue fundada por este egipcio, y
esto es tan cierto como asegurar que las mujeres Fernández (el tío Paco, un
elemento estabilizador) son parte de una saga especial porque relumbran en la
mística de la ciudad y permanecen intactas a lo largo de una historia, la
nuestra.Parte de los integrantes de la Casa del Parral.
Es el Parral un rincón
del universo donde por suerte campean los recuerdos y, yo, todavía embrujada
por el espíritu de la ciudad, tengo que confesaros que ayer fue un día mágico. Imbuida
por la solemnidad de las calles, por la luz que emite destellos de fantasía en
estas nobles piedras y embrujada por el contraste de un cielo tan lejano contra
un acueducto tan presente, he sido consciente de que el tiempo no existe, es tan
solo una sensación.
Además, salvando todas
las barreras rituales que nos separan a los unos de los otros, en aquel momento
y allí presentes se hallaban todas las componendas de la familia. Estaban los
abuelos que venían a saludarnos, de hecho el coche del abuelo Pepe (el señor
comandante de artillería) pasó delante de nosotros como si de una señal se
tratase, y la abuela Luisa Fuencisla, una de las mujeres que mejor nos han
ilustrado, también imprimía el aire con una paz que se siente en la piel y no
es fácil de describir. Mencionar a la tía Angelines (que seguro no se perdió el
evento) y a la tía Teresa que también honró, desde este lado del río Estigia y sin
conocer a Caronte, la marcha de su hermana.
Esta raza de mujeres
castizas ha imprimido una huella indeleble en nuestras vidas por el amor
incondicional a los suyos, por su ejemplo y alguna coplilla, por los saberes
populares, sus muchas sentencias pero sobre todo por sus decires: “Toman
el chocolate de espaldas” (donde yo imaginaba un sillón, tú y yo, de
enamorados), o “A lo más oscuro amanece Dios”, o la de ”Parió el rey y se cree que es
para ella la cría” cuando alguien se creía más importante de la cuenta; amén de otro más
rimbombante que rezaba “De puta a puta, taconazo” cuando
dos personas se peleaban con el mismo ímpetu.
Así que en aquella larga
mesa, ocupada por castellanos personajes y de la mano de su marido (Antonio
Matesanz, para más señas) tenía su momento la tía Francisca que nos acababa de dejar
pero seguía presente con sus bromas, sus chascarrillos y sus miles de anécdotas,
haciendo de aquel encuentro triste algo tierno e inolvidable.
Todos estábamos allí y en
ningún otro sitio.
Fue reconfortante dar
besos, recibir abrazos, sentir que a pesar de todo, la familia te identifica,
que la sangre une y que la vida marca. Resultó sublime volver los ojos al cielo
desde el barrio de San Marcos y encontrarse con el Alcázar; recorrer aquella
alameda de la Fuencisla y verla allí, Su Serenísima a la que siempre damos
gracias.
Segovia es única e
irrepetible por cada una de sus piedras, por cada minuto, por cada alma, por
cada recuerdo, por cada uno de esos espíritus queridos sugiriéndonos que es
momento de vivir sin prisa, de disfrutar las pequeñas cosas, de llorar poco y
confiar más porque, La casa del Parral, ha imprimido carácter en todos los que
de una u otra forma la han conocido y todo lo que amamos profundamente se
convierte en parte de nosotros mismos, además nosotros como Dostoievski,
creemos en la vida eterna.
Ana García de Loza, en Segovia, a marzo de 2024.
Segovia es única e irrepetible por cada una de sus piedras, por cada minuto, por cada alma y por cada recuerdo. |