Éramos una
clase de población por fuerza
intolerante y engreída. Los niños nacían en un mundo frívolo y apresurado, eran
educados en él, en el llegaban a viejos y, finalmente, en él morían. Ella ha visto pasar muchas nubes.
Pensábamos
por razón natural, que controlábamos el numeroso e interminable desfile de
sucesos de nuestro día a día, con su confuso rumor de rezos, súplicas, voces, gritos,
y con nuestro ahogado caminar nos creíamos la cosa más grande del mundo; y
nosotros, en cierto modo, los propietarios de todo aquello. Y tales éramos, en
efecto, o por lo menos como tales nos considerábamos hasta que un bicho
irreverente volvió nuestro universo patas arriba.
Y nos hizo enfrentarnos a nuestra soledad; y los
obligó a morir solos; y acabó con la vida social que conocíamos; y en
definitiva nos forzó a una introspección de la que siempre fuimos esquivos.
Punto y aparte.
Si hacemos lo que podemos, ya no podemos hacer más.
Si respetamos las normas, si no ponemos en peligro al prójimo, si somos buenos
con nuestros semejantes, si decimos la verdad, si no hacemos lo que no queremos
que nos hagan… ¿Qué nos queda?...Vivir.
Vivir con cuidado pero sin miedo. Vivir amando pero
en silencio. Vivir disfrutando pero sin juzgar porque como decía Azorín.
“Vivir es ver pasar: ver pasar allá en lo alto.
Vivir es ver
volver. Ver volver todo en un retorno perdurable,
Y eterno
-angustias, alegrías, esperanzas-, como esas nubes
Que son siempre distintas y siempre las
mismas”
Seamos, nosotros también, hacedores de sueños porque
el mundo, como siempre, sigue siendo una franja infinita que encierra miles de
miradas e historias por contar.
Ana
García de Loza.
Yo también he visto pasar muchas nubes; pero desde aquí
se ven con más optimismo. NAVIA de mis dulces sueños.