A veces, alguna idea no quiere ceder y persiste en acosarme,
me persigue y me hostiga hasta que por
fin la entiendo, y con esta particularidad, llega la redención para mis
pensamientos y el sosiego para mi alma. Otras veces no. Otras
veces pienso que si la rotación de la tierra varía para alejarnos, cada año, un
poquito más de la luna, entonces, todo cambia. Irremisiblemente todo da vueltas
porque la flecha del tiempo dice que el universo, que ha tenido un comienzo, tendrá
un final; y este hecho en sí mismo, debería de relativizarlo todo. Sin embargo insisto, a veces, alguna
idea persiste en acosarme.
A ver que decide la flecha del tiempo. |
Ha sido, la última, una semana cargada de realismo mágico y de acontecimientos; pero como nada podía detener la llegada del séptimo día, este llegó y me encontró votando, además de absorta en la lectura de un fantástico libro.- ¿Será que estoy leyendo a García Márquez?-Pensaba mientras no podía sacudirme la sorpresa. Pero no; eras tú, y como casi te acabo de conocer, no sé en qué estrato colocarte: en el de los amigos estaría bien, pero no depende de mí; en el de los maestros sería genial, pero tampoco es mi decisión. A ver que decide la flecha del tiempo.
Los deberes ordinarios de la semana me siguieron divirtiendo especialmente,
y otra vez experimenté la necesidad de adaptarme al cambio, y a la crítica
enfurecida y pergeñada de oscurantismo. Más avanzado el día, vuelvo contigo al
café recordado y a la conversación imaginaria, y no desespero por esta
fascinación, que dada tu tendencia a la calma, está exenta de refriega verbal.
Cada charla de sobremesa acababa dando
vueltas a diferentes paradojas sobre la lógica, sobre el infinito o sobre la
posibilidad de arreglo de un país de pandereta. Pero como tu bien dices, no se
puede soplar y sorber a la vez, así que seguimos dando vueltas en un círculo de
infinita persistencia.
Después de tanta conversación me he
acercado a la ventana y he contemplado con
interés el movimiento de la gente, y no con un interés ocioso, sino con el deseo
auténtico de tomar parte en su bullicio y libertad, como Twain. Con este deseo
decido seguir leyendo, mi libro abierto, porque el espíritu de la compasión también se apoderó de mi eliminando todas las demás
opciones. Compasión por mí, por ti y por todos los que tenemos ideas que nos
taladran la cabeza y nos consumen la energía dando vueltas en círculo. Iba a
poner una excusa pero observo, no sin cierto asombro, que es del todo
innecesario porque nos entendemos; y entonces sigo leyendo, en mi libro, tus
historias.
Yo estoy de acuerdo
con quienes piensan que compartir es buscar el hechizo del entendimiento. Y
para los del alma doliente, debo de añadir que la ilusión, cuando aparece, es
tan pertinaz como antes lo había sido la duda. Así que busquemos la ilusión;
cada uno como buenamente pueda: “Si algo he aprendido en esta vida es que, lo
que no dices te mata y se pierde; lo que
no lo verbalizas queda arrinconado y se olvida. Por eso yo digo; siempre digo. No
quiero olvidar nada”(Los cuatro segundos)
Ana García
de Loza