Por mucho que te moleste, en el mundo,
siempre existirá la bancarrota de unos en beneficio de otros; el aprovecharse
de los privilegiados, a costa de los desheredados. Gente mala; gente chiflada;
gente egoísta y sobre todo gente envidiosa. Un latigazo más en la conciencia de
los que intentan ser normales; de los que pierden, ya se sabe, pero no valen
menos.
Personas que creaban situaciones por las que sentimos una irrefrenable nostalgia. |
Todo lo que somos depende del código que asumimos, listos o tontos, guapos
o feos; interesantes o aburridos. Entonces la única solución que podemos
aportar en este caos de despropósitos, y de humanidad deshumanizada, es la de
ser generosos con nuestro mundo próximo; con la vecina del quinto, que te
aburre con sus penas; con el perro del cíngaro, que siempre necesita un
mendrugo y una caricia; con el transeúnte enfurruñado que precisa una sonrisa
sincera; y sobre todo, con esa bruja
contrariada que te quiere poco.
Sed generosos. Así eran
ellas, desvergonzadamente buenas. Y, yo, no las entendía. No entendía por qué
devolvían bien por mal; por qué se erigían en abogadas de las causas pérdidas.
Yo no entendía que esa gente generosa, que no tonta, estaba hecha de una pasta
especial, y no deberían de morirse nunca. Personas que creaban situaciones por las
que sentimos una irrefrenable nostalgia.
Mujeres de guerra y de posguerra que sacaron adelante a sus familias con cariño
y corazón. Ellas siguen habitando ese
lugar en el que busco cobijo cuando necesito calma; y han pedido
que, en ocasiones, les recemos un padrenuestro. Eso hago ahora; ahora y siempre.
Yo sé que tú, también lo haces.
Y entonces me
vuelvo a preguntar si merece la pena preocuparse por amasar dinero, para que el
dinero sea nuestra única doctrina; o atesorar fama, para que la fama sea
nuestra única obsesión. Puede que quizás, sólo quizás, sea más provechoso hacer
lo que ellas hacían: repartir, tolerar y querer. Repartir algo de lo que
tengas; tolerar todo lo que puedas y querer mucho; querer porque sí; a cambio de nada
visible.
Existen algunos privilegiados que le rezan al mundo cuando entonan una canción;
otros cuando pintan un cuadro; los más románticos rezan por amor; otros por
necesidad, y quedamos los que además de todo eso, rezamos con palabras
silenciosas que nos identifican y nos liberan del caos de las ideas.
Aunque si
has rezado alguna vez por alguien que está vivo; alguien que está bien; o
alguien que no te aprecia en lo que vales; entonces, probablemente sepas
querer.
Y si no has
rezado por nadie que no te necesite, reza. Ahora es un buen momento. Hazlo. Como
sepas; como quieras; como puedas, pero entrégate porque hay quien piensa que al
mundo lo mueven las emociones y no la lógica.
Este rezo es para las, irrepetibles, hermanas, Pérez Álvarez, que conformaron mis valores y habitan por siempre en mis recuerdos.
Existen personas que no deberían de morirse nunca. Ana García de Loza. |