Determinadas circunstancias la habían llevado desde hacía muchos años a formar parte de un voluntariado en un lugar casi
mágico, a un paso del cielo del Naranco; con ancianos, seres sabios y tiernos
que tienen sus propios códigos de comportamiento y suponían buen público para
sus inquietudes. Si la suerte les acompañaba y conseguían mantener la cabeza, resultaban
contertulios entretenidos, y el tiempo que les dedicaba, nunca parecía tiempo
baldío. El problema,… eran amigos de cuenta atrás.
El mundo sería más gris y tedioso, si no existiera el misterio de la belleza. Foto de MATÍAS AMLING |
Es duro tener amigos de cuenta atrás, y unas cosas con otras la condujeron hasta la Eidética, vosotros y ella, sabéis, que se refiere al conocimiento intuitivo de la esencia de las cosas. La distinción entre el conocimiento de una cosa en sí y el conocimiento de nuestra percepción de esa cosa, es el argumento de las historias de desamor, de las historias de los ancianos, y también, tema fundamental del Mito de la Caverna, del filósofo griego Platón. Y su mente, antaño tu fiel activo, se había convertido ahora en una jaula de loros y monos. Entendía que somos capaces de de captar la existencia de dos mundos. Su imaginación se movía en el mundo de los sentidos con una grácil soltura, pero no quedaba ni rastro de tu persona en el mundo de la razón.
Había tenido que llenar abundantes horas de fantasía, muchas tardes
de lluvia, y no pocas noches de insomnio para que la historia tomara forma, y
adoptara color. Pero no cabía duda de que aprendió a ver la luz al otro lado de
la luna, y le parecía que cualquier persona sería afortunada, si ella hubiera decidido
perfilar un universo de emociones en torno a su nombre.
Romántica, era incapaz de aceptar
formas que no permitieran expresar lo que sentía a raudales. No quería olvidar
que la geometría de las palabras está diseñada para hablar del amor en todas
sus dimensiones. Y amor, es el espacio que ocupa el silencio, después de tu
última aparición, pque había de reconocer que no le gustaban los eventos
multitudinarios si no estabas a la vista, y que el mundo sería gris y tedioso,
si no existiera tu misterio. Además la música en esta ficción, dibujaba con
hilo de plata por encima de las palabras, y cada una de tus notas, cuadradas antaño
en aquellos compases de verano, llenaban de desaire el aire.
Porque algunos entretenimientos, y todo lo que había reunido a su
alrededor, eran medios de conseguir el olvido; formas para escapar por un
tiempo de la frustración que a veces le parecía tan grande que no podía
soportar su violencia. En la bruma de su solitario errar, en el que había vivido
tanto tiempo tu memoria, escribió con sus propias manos unas ideas, cuyas
cambiantes fases mostraban el verdadero correr de la vida. Escuchó decir que
las obsesiones se solucionaban contándoselas directamente al objeto de la
obsesión, pero nunca le habías dado la oportunidad de liberarse. Durante
semanas enteras solía olvidarse de la mencionada obsesión; se olvidaba de aquel
hiriente sentimiento de indiferencia y recobraba su corazón ligero, su
maravillosa alegría, y la apasionada absorción de todo lo existente. Luego repentinamente
alguna noche se arrastraba fuera de la casa, llegaba hasta el banco del fondo
del jardín, y se quedaba allí hasta que el frio la obligaba a entrar. Una vez
en la casa, se sentaba frente a la chimenea, casi apagada, maldiciéndote por tu
indiferencia, lo mismo que se maldecía a ella, por fantasear. Pero aun así, destilaba aquel orgullo de lo
diferente que constituye casi la mitad de la fascinación del pecado, y le
sonreía con secreta alegría a la imagen que el espejo, colgado en la pared, le
devolvía.
Al cabo de unos cuantos años dejo de deambular alrededor de la casa y
renuncio a saber de ti, hasta tal punto que renegaba de los recuerdos; sabía
bien, que aquella historia nada tenía que ver con la realidad, y que tu persona
no le diría nada tan especial a nadie más; no como la había inspirado a ella.
Estas inexplicables enajenaciones amorosas nunca tuvieron un motivo, pero
no carecieron de argumento, ni les faltó sentimiento, aunque la sociedad
civilizada no estuviera dispuesta a creer en nada que no encajase en sus
parámetros cuadriculados y eternamente aburridos. Así que ella te pedía
indulgencia por todo lo que no debió de pensar y pensó; por todo lo que no debió de decir y
dijo, y… por todo lo no que debió de hacer,
pero hizo.
Según había oído decir todos tenemos un mal amor tatuado en la memoria, y
lidiamos con él, día a día. Tal vez de eso se trata un mal amor,… una
combinación imperfecta entre un sueño imposible y un recuerdo que persiste.Combinación imperfecta entre un sueño imposible y un recuerdo que persiste. |