¡Ay cariño! me he portado como un niño. Que si entras, que si sales, que
si subes que si no.
Buscaba cruzarme contigo, rozarnos en la red, y la misma
agudeza del contraste entre lo que se debe de querer, y lo que en realidad se
quiere, solía reforzar la magia de la existencia pero, ay cariño…, que
despropósito, ya no somos niños aunque acabemos de llegar como humanidad a un
universo plano, cosa que hemos descubierto estudiando las figuras geométricas
de nuestras huellas digitales. La materia oscura es una materia que
desconocemos, así que según las palabras que acabo de oír a este astrofísico, probablemente
seas un efecto óptico de mis necesidades. Y si como parece el sol se hace
viejo, y acabará apagándose, entonces, quiero que nos pille persiguiendo sueños. También intuyo que la mecánica celeste será, en adelante, culto de mi devoción.
Saboreando una sonrisa que, durando un segundo, puede salvar el mundo. Foto de LUCÍA CASANUEVA |
La moralidad de las palabras consiste en describir de forma perfecta
sensaciones imperfectas, en tanto que humanas. Y dado que somos polvo de
estrellas, cada persona debería poder expresar cualquier pensamiento que llegue
a su mente, siempre que utilice las palabras con el respeto que se merecen.
Pero tú sabes que no es así, y que si
uno expone una idea ante un auténtico fundamentalista, empresa arriesgada por
demás, el interlocutor no se detendrá nunca a considerar si la idea es acertada
o errónea. Solo considera si la puede utilizar, o no. De todas formas, el valor
de un pensamiento no tiene nada que ver con casi nada que no sea, la
autenticidad del rincón en el que surge.
¡Ay cariño! Sé que sabes que conectamos en el mismo plano del universo; esa
sacudida que no puedes controlar, aunque todos la desconozcan. Sé que sabes que
lo que veo en ti, nadie más lo aprecia.
Y es que, no te dejaré saborear la mala conjetura de no haber conseguido nada
por ti mismo. Conoces como se escribe mi respeto. No te abandonaré en la sensación de ser solo, el hijo de un
padre. Valorarte por quien imagino que eres como persona, es uno de mis
primores. Sabes que sé de tu espíritu atormentado, de la sumisión inevitable, y
de esa timidez parapetada, en muchos de
los casos, detrás de una cortina de prepotencia malsana. La ineficacia para
avanzar en tu devoción se bate con tu espíritu de artista, y es zarandeada por
los matices multicolores del arte en muchas de sus expresiones. Pero recuerda
que seguimos sin tener claro de dónde venimos como especie, y por supuesto ni
se plantea hacia dónde nos dirigimos, así las cosas, dudo que alguien esté en
condiciones de cuestionar el por qué adoro tu existir, la forma en que caminas,
o la fuerza que trasmiten tus manos.
Te he hablado de una suerte de debilidades, que la mente no consciente
susurra en mi cabeza, sin sentido aparente. Pienso en quién nos legó la
imaginación, y tiendo a interpretar en clave de amistad todos los soliloquios
que amenizan las tardes lluviosas, y las
frías mañanas de este invierno tardío, que por fin llegó a tierra asturiana para
apagar los fuegos de las inquietudes desbordadas, en los asturianos de bien.
Mientras permanecía allí tumbada, me preguntaba si era posible que
existieran personas por las que siempre se sentía lo mismo, y que habría de
cierto en la telepatía. Estas idas y
venidas emocionales parecían los trazos de un pincel sobre la tierra, vistos
desde el cielo; y entonces, llegó en mi auxilio la navaja de Ockam como
principio metodológico de parsimonia, ya sabes, en igualdad de condiciones la
explicación más sencilla suele ser la más probable.
¡Ay cariño! Lo seguro es que ciertos hechos de la realidad, plantean cuestiones
importantes en vidas corrientes. Me sorprendo preguntándome que resulta más
interesante si los signos de la imperfección o los signos de la sabiduría;
y no he dicho que me haya gustado, he dicho que me ha fascinado regalarte magia a raudales…
para tus sueños.
¿Dónde en el fondo está la verdad, en el poder o en el Arte? |