HISTORIAS CORRIENTES

Se va la noche y sucesivamente se dibujan las formas y los colores de las cosas, mientras el alba rehace el mundo. Nada parece haber cambiado. 
Mientras el alba rehace al mundo,
los niños crecen.
 Foto de Álvaro Merayo
Pocos de nosotros no habremos despertado, en alguna ocasión, en mitad de la oscuridad, arrastrando fantasmas más reales que la realidad misma; todavía en ese estado catatónico y arrinconando al sueño, salimos perplejos de aquella vida vibrante que existe en todo lo onírico. Al principio del principio, no era raro que ella recolectase momentos de tenue contacto contigo, amparada en el estado de vigilia. Mudas sombras cariñosas se deslizaban hasta las esquinas de la habitación, y se acurrucaban allí esperando tus noticias.


Entonces llegó un domingo cualquiera de primavera, y con él, el café de media tarde. Mientras paseaba con su prima por aquel valle encantado, entre montañas; las unas tostadas de color, y las otras blancas de nieve, pensaban cómo podrían habitar tan diferentes moralidades en una misma familia y llegaban a la conclusión de que algunas personas se cargaban de razones antes de actuar, y otras se cargaban de emociones. Las primeras eran frías, duras y realistas, y las otras perdían la razón por la forma loca de gritar sus argumentos viscerales en el momento de los desencuentros. Solía pasar que las emocionales prefieren no destruir al enemigo y se guardan información perniciosa  aunque pierdan la batalla, mientras las más razonables degüellan al contrario con pulcritud. Ella era emocional y tú, verdugo.

Una vez dentro del local, envueltas por el olor del café, hecho en cocina de carbón, y sin perder de vista las nubes que se desplazaban rápidas, entre los cristales, dejando ver trozos de un cielo tremendamente azul, seguían preguntándose por qué ciertos olores las inclinaba hacia el misticismo y reavivaba en ellas el recuerdo de momentos desvanecidos. 
Aun cuando la gracia de Bach, la bella melancolía de Chopin y las poderosas armonías del mismo Beethoven, sonaban  espectaculares a sus oídos, a veces, se dedicaban a escuchar extraños conciertos donde los ásperos intervalos y las estridentes discordancias de la música las agitaba, y entonces, su desconcierto encontraba un motivo acústico para existir.

Incluso el gozo tiene su amargura y  el paso del tiempo posee memorias de placer, pero los momentos con su prima siempre resultaban tiernos; circunstancia que iba unida al encanto de los miles de minutos compartidos. Arancha trae a su memoria noches de charlas interminables; cigarritos a escondidas asomadas a la ventana; viajes inolvidables en el Vasco en dirección al paraíso, y con la tía Amparo al cuidado de la prole. De no existir la una, no saldría a la luz del mundo parte del alma de la otra. Todo ello generaba un largo reverberar de sensaciones que eran a la vez antiquísimas y deliciosas, y poseían un elemento de extrañeza que es tan esencial en lo novelesco. A veces se permitían ciertas maneras de opinar, que eran en realidad producto de toda una vida juntas.  

Ya sabíamos que quienes profundizan, sin conformarse con la superficie, se exponen a las consecuencias; y a una persona le podemos perdonar que haga algo inútil si lo adora infinitamente, de ahí su perseverancia en esta historia. Es usted demasiado encantador para ser real y dedicarse a la filantropía. Y dado que todos los impulsos que intentamos estrangular, se multiplican en la mente, envenenándonos la sangre con sentimientos, entonces tú, deberías de escucharla una vez, solo una vez, y así seguro, ella se libraría de la tristeza producida por el apego. 
Después no quedaría nada, excepto un buen recuerdo o la voluptuosidad de un remordimiento. 

Es en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se acometen los grandes sacrilegios pque a posteriori, la realidad nos mide a todos por el mismo rasero, y algo que cinco minutos antes había sido brillante en su imaginación, se convertiría en sencilla letanía sobre el papel.


Durante casi seis años estuvo allí, quieta, mirando al escenario y con un brillo extraño en los ojos. Era vagamente consciente de que influencias completamente nuevas actuaban en su interior, aunque, le parecía, procedían de sí misma. Las pocas palabras que le habías dicho, lanzadas al azar, sin duda, y caprichosamente normales, habían tocado alguna cuerda secreta que sentía ahora latir con peculiares vibraciones. 
La música le afectaba de la misma manera. La música la había conmovido muchas veces y la arrastraba a un mundo nuevo, ahora, al caos creado entre vosotros. Palabras no dichas; qué magia tan sutil había en ellas. Parecían tener la virtud de dar forma plástica a cosas informes, y poseían un hilo invisible que unía vuestros ánimos. Nunca supo dejarte marchar. 
Palabras no dichas daban forma plástica a cosas informes.

DÉJÀ VU

Nunca compartió la idea de que las mejores palabras son las que quedan por decir. Por el contrario entendía que las mejores palabras, siempre son las que se dicen, desde la cordura, desde la tranquilidad, desde la serenidad, desde la reflexión,… pero se dicen. Y esta misma idea la llevaba a creer que el silencio es uno de los maltratos más crueles que podía contemplar. El silencio en la mirada, el silencio como pregunta, el silencio por respuesta; el silencio y los espacios en blanco derrumban los cimientos de cualquier autoestima.
Pero cuan caprichosa es la memoria que tiñe los recuerdos del
color que se le antoja. Foto de ALVARO  PLATERO
Pero cuan caprichosa es la memoria; y entonces volvía a ver el mismo escenario y a la misma madame, porque también entonces corría a fuego lento el mes de junio, mientras rondaba de cerca, la magia. Notaba la misma ilusión brotando de la misma sangre; aquellos ojos fríos esquivando su mirada; los mismos ojos que lejos de decir, omitían. 
Enfoques científicos rechazaban la explicación de déjà vu como profecía, pero ella lo suponía como rememorar un sueño. Aquel sueño volvía cual anomalía de la razón, y le creaba la impresión de haberlo vivido. Un amigo le dio una explicación absolutamente sencilla sobre este tema complejo. Imagínate, le dijo, que tu cerebro tiene un espacio para almacenar los recuerdos y otro donde analiza las experiencias presentes; en un momento puntual, por alguna razón indeterminada, la mente danzarina, antes de analizar el presente, guarda un hecho como si fuese un recuerdo. Déjà vu es pues, la experiencia de haber sido testigo, previamente, del mismo espectáculo. Así que el psíquico francés Émile Boirac acuñó el término que definía las sensaciones que le proporcionabas.

Ya te había dicho que no podía vivir solo con cinco sentidos, y eso constituía un foco de conflictos y desavenencias con la normalidad. Aunque, flores de una persona con la que cada día se entendía mejor, claro que hablamos de Cristina, un paquete de golosinas de una de sus Helenas favoritas y buenas sensaciones, habiendo sido parte de un valioso botín recolectado el último nueve de marzo, también resultaba un lujo en tiempos de crisis emocional para una sociedad que se vuelve terriblemente práctica, y muy poco empática con las afectos.

Perpetuo pensamiento de que te inventaría un universo hoy y te daría tiernamente amor, si otra no fuera ya tu estrella, pq según el principio del gato de Schrödinger, cuando el sistema cuántico se rompe, la realidad se define por una sola de las opciones posibles. Sólo veremos al animal vivo o al animal muerto, nunca ambas. Pero prefiero la realidad cuántica en la que puede que me adores y que no me adores, las dos cosas a la vez.

Cuesta aprender a vivir con la certeza de que no todo se explica, ni todo tiene respuesta. La impotencia y el duelo perpetuo por aquello que no tenemos, ni lograremos tener, nos produce cicatrices en la piel y en el alma, sin tener en cuenta que un sueño perdido nos coloca frente a nuestra vulnerabilidad y a la posibilidad de que el mundo nos conmueva, nos sobrepase, nos conmocione y finalmente, nos acoja. Estamos entonces de acuerdo, el optimismo es una suerte de ignorancias admitidas.

Insistamos en que un futuro mejor para la humanidad pasará por dar importancia a una educación basada en el respeto, los principios, los valores y una conciencia serenada en su verdad. Y como colofón a este concierto de inexactitudes, planteemos la paradoja de que cuando más efecto provoca un educador, es cuando no está pretendiendo enseñar, pque son sus hechos y no sus palabras lo que cualquier educando va a imitar 
Pero cuan caprichosa es la memoria que tiñe los recuerdos del color que se le antoja y el déjà vu de tu próximo espectáculo, genera en ella, desconcierto.
Parece innegociable que los humanos con el paso del tiempo sienten menos, y recuerdan más.